Homilía: Sexto Domingo de Pascua. Ciclo C

“Caridad en todo”

En este sexto domingo de pascua, la liturgia de la palabra nos abre el camino para contemplar con fe y esperanza la vida de la Iglesia a lo largo de estos 2000 años de historia con la perspectiva hacia el futuro y la eternidad.

La primera lectura, que es del libro de los Hechos de los apóstoles (Hch 15, 1-2.22-29) presenta una situación donde la Iglesia recupera la paz interna, después de que durante cierto tiempo esta paz pareciera comprometida a raíz del altercado entre los bautizados procedentes del judaísmo y los que procedían del paganismo.

La segunda lectura – del libro de Apocalipsis (Ap 21, 10.22-23) -, intenta describir la ciudad de Dios. Es maravillosa y Juan la compara con las gemas más preciosas. Luego precisa que tiene doce puertas, con los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel. También señala que el muro se apoya sobre  doce cimientos que llevan doce nombres: “los nombres de los Apóstoles del Cordero”. La ciudad está fundada sobre las personas y sobre el mensaje de los apóstoles.

El evangelio de  san Juan (Jn 14, 23-29), contiene la maravillosa promesa de intimidad con el Padre, con Jesús y con el Espíritu Santo. “El que me ama guardará mi palabra y vendremos a él y haremos morada en él”.

1- “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad” (San Agustín)

La primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles nos revela una situación difícil que atraviesa la comunidad primitiva.

Alrededor del mensaje evangelizador, fueron reuniéndose hombres y mujeres de diversas culturas y procedencias. Fundamentalmente podemos considerar dos culturas totalmente diferentes: judíos y paganos. Ambos recibieron el mismo bautismo y el mismo mensaje apostólico. Los que venían del Judaísmo se sentían en una posición de superioridad por pertenecer al pueblo depositario de la promesa de un Mesías; en consecuencia, querían imponer a los paganos bautizados que cumplieran con las exigencias de la ley judía: “se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se  circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés, no podían salvarse”. Esta condición no fue aceptada por los cristianos de descendencia pagana provocando un altercado y generando una fuerte discusión con Pablo y Bernabé.

Esta dificultad desembocará a una sana conclusión que servirá después de ejemplo para resolver algunas cuestiones parecidas a estas, con la misma metodología, es decir, buscando ser instrumentos del Espíritu Santo. Sostener puntos de vista diferentes no puede interpretarse, de manera simplista, como si unos fueran fieles a la Iglesia y los otros traidores…

El caso llegó ante el Colegio Apostólico. “Después de analizar los argumentos a favor y en contra, se llega a una solemne sentencia, encabezada por unas palabras memorables: ‘El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido’.

Las decisiones se formulan en tres niveles; lo doctrinal, lo moral y lo práctico”:

En cuanto a lo doctrinal: los apóstoles decidieron que los paganos que desean adherir a Jesús no tienen necesidad de someterse a costumbres o elementos culturales procedentes del Judaísmo, por lo tanto, los varones no están sometidos a la circuncisión establecida por Moisés. Pablo y Bernabé se oponen a la imposición de este rito. Entienden que no corresponde a la voluntad de Dios respecto a los cristianos. Los cristianos procedentes del paganismo no están obligados a entrar en el gueto de los judíos, no tienen que asemejarse a ellos, sino que pueden conservar su identidad nacional y cultural en todo lo que no se oponga al culto del verdadero Dios y la fe en Jesús. En esta asamblea llamada concilio en Jerusalén en el que intervienen Pedro, Santiago, Pablo y Bernabé se determinó cuanto sigue: “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias: … que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos…”

En cuanto a lo moral: En cuanto al comportamiento, pide a los paganos bautizados “que se abstengan de la fornicación” y todos sus derivados, concretamente las uniones conyugales declaradas ilícitas por la ley de Moisés. Con esta normativa se exigió que quienes abrazaban la fe en el Resucitado abandonaran las antiguas costumbres inmorales muy permisivas, tan presentes y extendidas en el mundo pagano. Su comportamiento debía ser diferente.

En cuanto a lo práctico: Y para no importunar a los judíos en sus costumbres, se les pide que “se abstengan  de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados; si se apartan de esas cosas, harán bien”.

De esta manera vemos como el Espíritu Santo va haciendo comprender la verdadera enseñanza de Jesús y pone paz no solo en el interior de cada cristiano, sino en el interior de la comunidad. Es importante la frase célebre de san Agustín de Hipona: “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”.

2- La intimidad con Dios Uno y Trino

La vida cristiana es una vida vivida en la intimidad con Dios y teniendo a Dios como mi huésped interior. El amor a Jesús nos impulsa con la exigencia de encarnar en la vida su palabra; la consecuencia es que el Padre nos ama y junto con Jesús, viene a nosotros, hace morada en nosotros.

Naturalmente esta morada de Dios en nuestro corazón requiere de nosotros un respeto y veneración profundos, una docilidad sincera, disponibilidad interior para que Él ocupe su lugar en el corazón y en la mente. No podemos disgustar a nuestros huéspedes interiores. Debemos vivir en armonía con ellos, llenos de confianza y de amor para que ellos puedan actuar a través de nuestras personas como su instrumento favorito.

Jesús en el evangelio de hoy anuncia el envío del Espíritu Santo, a quien llama Paráclito por la función de consolar a los discípulos en ausencia del maestro. El Espíritu les va a inspirar constantemente coraje, ánimo, y consuelo interior ante las tribulaciones.

El Espíritu Santo tiene una función con respecto a nuestra intimidad con Jesús y con el Padre. Viene a nosotros. Él puede penetrar todo y estar en todas partes, y penetra también en nosotros. “El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les irá recordando todo lo que les he dicho”. El Espíritu Santo tiene la tarea de hacernos interiorizar las enseñanzas de Jesús.

El Espíritu Santo nos proporciona el gusto por las cosas espirituales. El hombre natural aprecia las cosas y las ventajas materiales: dinero, riqueza, placeres, poderes, etc. Pero no es capaz de apreciar las cosas espirituales: la fe en Cristo, la vida de unión con Él, incluso a través de los sufrimientos de la vida, el amor autentico. Estas realidades únicamente lo hace posible apreciar el Espíritu Santo.

La liturgia de la palabra de este sexto domingo de pascua, nos prepara para las fiestas que se aproximan: la Ascensión del Señor y Pentecostés; dos solemnidades  con que culminará el tiempo litúrgico pascual.

Conclusión

Que esta reflexión nos ayude a contemplar y saborear la presencia de Dios Uno y Trino en el corazón de cada cristiano dándonos ese impulso para vivir la vida cristiana con docilidad a Dios y con generosidad para con los hermanos.

Para no caer en impertinencia mental y un fundamentalismo vacío y superficial que lleva a la mundanidad, busquemos profundizar lo que significa “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”. Que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo ocupe el lugar que le corresponde en nuestra vida personal y social transformando todo según su designio salvador.