Tercer Domingo de Pascua. Ciclo C

Homilía del Domingo 01 de mayo de 2022

En esta última semana del mes de abril, nuestro país experimentó varios acontecimientos de interés público que afectan a todos los que viven en este bendecido Paraguay. Uno de los hechos más llamativos es la violencia que viene sesgando vidas inocentes con diversas metodologías relacionadas a la delincuencia y al sicariato. Según fuentes, esta semana seis personas perdieron la vida en forma violenta. Estos hechos no tienen nombre porque no respetan el primer derecho de la persona que es el derecho a la vida. Como ejemplo podemos mencionar el asesinato de una docente de la Ciudad de Concepción, Isamar Auxiliadora Cabral Aguilar de apenas 28 años, aparentemente con intención de despojarle de sus pertenencias. Nuestras oraciones por los familiares para que puedan superar este momento de luto que representa el dolor de otras muchas víctimas de diversos tipos de violencia.

Las lecturas de la Palabra de Dios nos invitan a encender la esperanza de un mundo mejor donde verdaderamente reine la justicia y la paz, el respeto a las personas en sus legítimos derechos.

La primera lectura que es del libro de los Hechos de Apóstoles (Hech 5, 27b-32.40b-41) nos cuenta un episodio de persecución que sufrían los apóstoles que predicaban la resurrección de Jesús. Ellos son detenidos y se les hace comparecer ante el Sanedrín donde se les prohíbe enseñar en el nombre de Jesús.

El salmo 29 canta la alegría del que es liberado por el Señor: “Tu, Señor me levantaste del abismo y me hiciste revivir”.

La segunda lectura, tomada del libro del Apocalipsis (Ap 5, 11-14), aclama al Cordero que ha sido inmolado y glorificado. Se le declara digno de “recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”. Es decir, Jesús el cordero degollado tiene todo el poder y otorga todos los beneficios espirituales; ante Él se inclinan rostro en tierra los ancianos. Aquí vemos toda la grandeza de la fe que tiene el autor de este libro en Jesús verdadero hombre y verdadero Dios.

El evangelio de san Juan (Jn 21, 1-19) es del último capítulo, donde cuenta una aparición de Jesús en la orilla del lago de Galilea que presenta tres escenas: el encuentro con Jesús y la pesca milagrosa; la comida con el resucitado; el dialogo entre Jesús y Simón Pedro. Considerando este evangelio presento tres enseñanzas:

1- La Comunidad

Los apóstoles se encuentran con Jesús resucitado en medio de su grupo. El profundo sentido de comunidad que se había despertado en la conciencia de estos sencillos pescadores crea un ambiente muy especial que es aprovechado oportunamente por Jesús. Esto quiere decir que la experiencia de Jesús no puede ser vivida como algo individual, intimista, encerrado entre cuatro paredes. La experiencia de Jesús resucitado debe ser vivida en comunidad, la cual se constituye, en primera instancia, por los familiares y amigos que son las personas más cercanas y al mismo tiempo en un grupo, movimiento o la misma comunidad parroquial, como así también la diocesana. En la medida que buscamos actuar como comunidad para trasmitir nuestra fe, crecerá el reino de Dios entre nosotros.

Jesús resucitado está vivo entre nosotros, pero actúa siempre con espíritu y en un ambiente comunitario, eclesial donde cada uno recibe su don, carisma o servicio y tiene su lugar y su oportunidad para realizarse como hijo e hija de Dios dentro de la misma comunidad.

Los males que aquejan a nuestro país como la violencia, las injusticias, la inseguridad, etc., todos juntos como pueblo creyente, como comunidad, como Iglesia podemos y debemos combatir con actitudes verdaderamente evangélicas buscando siempre que Dios reine en el corazón de las personas, de la familia y de la misma sociedad. Hacer posible que Cristo resucitado actúe a través de nosotros y entre nosotros.

La comunidad de discípulos es aquella que nos permite compartir las alegrías y las tristezas de la vida, donde nos apoyamos entre todos a lo largo del camino para asumir con  paz las responsabilidades tanto personales como comunitarias.

Las comunidades son falsas cuando los integrantes se unen alrededor de intereses oscuros y no generan procesos de superación. Por el contrario, nos presionan para obrar en contra de la conciencia contrarrestando los valores propiamente humanos y evangélicos.

Jesús se manifiesta y quiere manifestarse siempre en el ambiente de comunitariedad donde se busca compartir la fe, laesperanza, el amor, en una palabra compartir la vida.

2- El Trabajo de la Pesca

Jesús resucitado encuentra a los apóstoles  en medio de sus actividades cotidianas de la pesca. Los discípulos de Jesús tenían la obligación de sostener a sus familias con el fruto de su trabajo. La presencia de Jesús y el proceso de formación que habían vivido los discípulos no los excusaban de esta obligación primaria del trabajo.

En esta víspera del día del trabajador que se celebra mañana lunes, recordamos que “mediante el trabajo obtenemos los recursos para llevar una vida digna y además colaboramos con la obra creadora de Dios”. El trabajo de cada día es oración,  es el camino de santidad que nos traza Dios, es el lugar donde se nos manifiesta su plan. Las enseñanzas del evangelio y la tradición de la Iglesia nos invitan a cultivar una espiritualidad muy realista que, en palabras de Ignacio de Loyola, gran maestro espiritual, nos conduzca a «buscar y hallar a Dios en todas las cosas». La espiritualidad o la vivencia espiritual no pueden ser motivo para excluir o rechazar el trabajo convirtiéndose en dinámicas que conduzcan a una fuga de la realidad. Al contrario, deben ser motivación para un compromiso laboral y sobre todo un compromiso serio con la transformación del mundo para superar todas las olas de violencia e injusticias que vive la sociedad.

En este sentido, los discípulos pescadores (trabajadores) encontraron a Jesús resucitado en sus quehaceres cotidianos. Nosotros lo debemos encontrar en el hogar, en la oficina, en el sitio de trabajo, es decir, allí donde realizamos el trabajo diariamente.

3- El pan de cada Día

El encuentro de Jesús resucitado con sus apóstoles pescadores (trabajadores) fue ocasión de una importante y gran celebración: en una fogata prepararon pescado a la brasa y compartieron el pan, es decir, compartieron la comida. En este desayuno entre amigos a orillas del lago, no podemos ignorar el clima eucarístico que viven estos apóstoles. Los gestos y palabras de Jesús tienen un claro significado  de Eucaristía. Es el momento más intenso del encuentro del Resucitado con sus amigos.

Después de compartir el pan, Jesús entabla un coloquio con Pedro. Es un diálogo cargado de afecto cuya consecuencia es que Pedro recibe una gran misión. “En tres ocasiones Pedro es interrogado por Jesús acerca de su amor, y en tres ocasiones le es confirmada su misión como supremo pastor de la comunidad de los creyentes”. Al compartir el pan eucarístico en cada celebración eucarística, se engendra en la vida de cada discípulo y misionero de Jesús ese compromiso misional. La eucaristía bien celebrada, es fuente y fortaleza del trabajo misionero para testimoniar con valentía la resurrección de Jesús así como lo hacía la primitiva comunidad cristiana.

Conclusión

Decía santo Tomas de Aquino “El bien común supera al bien particular”. Al culminar esta reflexión dominical sobre la aparición de Jesús resucitado a orillas del lago, donde la comunidad, el trabajo y el pan marcan las pautas en el evangelio de hoy, busquemos siempre todo aquello que construye la comunidad eclesial, todo aquello que nos mantiene unidos para trabajar haciendo frente al desafío del mundo. Que en nuestro país se respete cada vez más el bien común.

Que Jesús resucitado, nos ayude a vivir, dentro de un ambiente pascual la experiencia buena o deprimente de la vida personal, familiar y comunitaria, y que lo cotidiano sea un espacio para dialogar constantemente con Jesús que está vivo entre nosotros.