TERCER DOMINGO ORDINARIO CICLO C
Homilía
El agua como líquido vital no puede faltar en la vida de todo ser viviente, nuestro organismo está compuesto con un alto porcentaje de agua cuya ausencia causaría el deceso mortal. En este momento, nuestro país Paraguay, está sufriendo el efecto de un clima con altísima temperatura que alcanza los 43° C en algunas partes, a esto se suma una larga sequía que afecta los arroyos y estanques necesarios para que los animales puedan beber para calmar la sed; si viene una copiosa lluvia, favorecería enormemente a la agricultura y toda la naturaleza. La causa de estas situaciones es el no cuidar el planeta; muchos sin medir consecuencias, actúan con actitud depredadora ante los recursos naturales.
Esta sequía caracterizada por el calor extremo y la escasez de agua en muchas partes del país se combina con la deteriorada situación social donde cada vez se siente mayor cantidad de corrupción, violencias, abusos a las personas vulnerables, imprudencias en el volante arriesgando a terceros, y una pérdida de confianza en las autoridades sobre todo en sus gestiones.
En este contexto de sequía natural y mezquindad en la justicia social, la liturgia de la palabra primero nos presenta como fuente de esperanza e inspiración la confianza en Dios quien puede cambiar la historia según su voluntad y a favor del hombre. Al mismo tiempo, en el evangelio nos encontramos con un Jesús que trae el consuelo a todos.
La primera lectura que es del libro de Nehemías (Neh 8, 2-4a. 5-6. 8-10) relata la situación de un pueblo que ha recuperado su dignidad después de un largo periodo de exilio, donde empezaron a reconstruir la nación sobre la base firme de la palabra de Dios. “En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad… Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra…”
La segunda lectura extraída de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1Cor 12, 12-30), nos presenta el cuerpo humano como símil de la Iglesia cuerpo de Cristo. Cada miembro es importante y tiene su función propia para el buen andar de la comunidad eclesial. Nadie es excluido de este cuerpo místico de Cristo.
El evangelio según San Lucas (Lc 1, 1-4; 4, 14- 21) tiene dos partes bien diferenciados. En primer lugar, el evangelista explica que ha examinado con minuciosidad todos los hechos sobre Jesús para después escribir con propiedad la buena nueva. En segundo lugar, presenta a Jesús que da a conocer la razón de su venida en el mundo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”.
1- La fuerza de la Palabra
Alguien ha dicho que la palabra tiene poder creador, tanto que lo que uno dice puede convertirse en realidad.
La primera lectura nos presenta la centralidad y la importancia de la Palabra de Dios que ocupa un lugar central en la vida del Pueblo de Israel. “Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley” de Moisés donde todos se enriquecían con la explicación de parte del escriba Esdras.
La Palabra de Dios es fundamental para todo discípulo y misionero de Jesús, ella es la que fortalece, ilumina y orienta en el sendero de la vida de todo creyente.
La Iglesia, manifestando su celo sobre la recta interpretación de la palabra de Dios, ha publicado varios documentos que sirven para guías prácticas de todos aquellos fieles que tengan contacto con la Sagrada Escritura como fuente primera de la palabra de Dios.
Una de las orientaciones más completas la encontramos en el Verbum Domini de Benedicto XVI, que reúne las propuestas de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos celebrado en octubre de 2008 con el tema «La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia».
En la introducción de este documento nos da cuatro indicaciones claves sobre la centralidad de la palabra de Dios.
En primer lugar, advierte que no hay prioridad más grande que esta: “abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor”.
En segundo lugar, “afirma que la Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella”.
En tercer lugar, el documento trata de “redescubrir algo que corremos el peligro de dar por descontado en la vida cotidiana: el hecho de que Dios hable y responda a nuestras cuestiones”.
En cuarto lugar, al culminar esta introducción, deja claro cuál es su intención y la estructura del documento: “Con esta Exhortación apostólica postsinodal, deseo que los resultados del Sínodo influyan eficazmente en la vida de la Iglesia, en la relación personal con las Sagradas Escrituras, en su interpretación en la liturgia y en la catequesis, así como en la investigación científica, para que la Biblia no quede como una Palabra del pasado, sino como algo vivo y actual”.
2- La centralidad de la palabra de Dios en la vida de la Iglesia
Sin lugar para las dudas, la Sagrada Escritura como fuente primera de la revelación de Dios, ocupa un lugar privilegiado en la vida de la Iglesia. A ella se suma la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
En la primera lectura del libro de Nehemías, encontramos todos los elementos necesarios que necesita la Iglesia peregrina en la tierra con la esperanza puesta en la Jerusalén celestial para el desarrollo y maduración de los fieles en torno a la Palabra de Dios. Allí encontramos al pueblo reunido en torno a la palabra –la ley de Moisés-, el lector, el intérprete y las autoridades: “Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley. “Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie… Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces, el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: ‘Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis’ (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley)”.
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús en la sinagoga haciendo la lectura y explicando al auditorio su verdadero sentido: “…se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí’…”. Concluye el pasaje con Jesús diciendo “hoy se ha cumplido esta escritura que acaban de oír”. Jesús es la Palabra de Dios encarnada, Dios mismo se hace presente entre nosotros para transmitir su palabra en lenguaje humano, de tal manera que tengamos acceso al mensaje de Padre eterno y misericordioso.
El documento Verbum Domini resalta que “en el corazón de la vida divina está la comunión, el don absoluto. Es decir, ese Dios amor que busca la forma de entrar en contacto con el hombre…” Por eso somos invitados a participar en esta comunión. Y es que, además creados a imagen y semejanza de Dios amor, sólo podemos comprendernos a nosotros mismos en la acogida del Verbo y en la docilidad a la obra del Espíritu Santo. “El enigma de la condición humana se esclarece definitivamente a la luz de la revelación realizada por el Verbo divino”.
La segunda lectura, de la primera carta de San Pablo a los Corintios, nos advierte sobre el sentido y la importancia de todos los miembros de la comunidad eclesial. Todos, desde el más grande hasta el más pequeño, tiene su importancia y su razón de ser dentro de la comunidad eclesial”, nadie está demás ni de sobra. “Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan”.
Conclusión
Así como el agua es el líquido vital que no puede faltar para la supervivencia del ser humano, así la Palabra de Dios es vital para la vida de la Iglesia que la nutre y la hacer aumentar en santidad para alcanzar la vida eterna.
Al culminar esta breve reflexión, considerando la importancia y la centralidad de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, en el contexto del año del laico establecido por la Conferencia Episcopal Paraguay, tratemos de enriquecer la vida de cada persona, la familia y la sociedad con el mensaje de Jesús el Verbo de Dios hecho carne que nos trae el mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
Busquemos acercarnos cada vez más a la lectura asidua de la Sagrada Escritura, acceder a los medios de una recta interpretación conociendo más profundamente el mensaje divino y los documentos de la Iglesia sobre la Palabra de Dios.
La Iglesia es el cuerpo de Cristo donde todos los miembros deben encontrar su lugar, su espacio, su oportunidad para realizarse como hijos e hijas nutriéndose de la savia de la Palabra de Dios.