La Iglesia nos invita a entrar en este clima de escucha sinodal promovido por el papa Francisco como preparación para el sínodo de los obispo QUE SE REALIZARÁ EN 2023. Con el slogan: “el camino de la Sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”[1]. El Santo Padre nos invita a entrar en clima sinodal para caminar juntos en comunión participación y misión. Si bien es cierto la Sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia” es una camino que hay que realizar juntos guiado por el Espíritu Santo para que todos sin exclusión puedan alzar sus voces desde el lugar en el que se encuentran.
Caminar juntos como Iglesia peregrina, sembrando el amor de Dios entre los hombres del tercer milenio donde todos tengan su lugar y la oportunidad de realizarse en comunión con Dios, con la naturaleza y con los demás, caracterizado por la justicia, la caridad, la fraternidad como una gran familia donde reine los valores más trascendentes como el derecho a la vida, a la educación sana, a un hogar y trabajo digno, construir entre todos una sociedad donde se respeta en derecho integral de las personas viviendo la justicia en bien de todos.
Las lecturas de este domingo nos invitan a considerar como tema central el amor a Dios y el amor al prójimo. Toda la Sagrada Escritura es una historia del amor de Dios hacia el hombre creado a su imagen varón y mujer. Dios nos hizo por amor y para amar.
En la primera lectura del libro de Deuteronomio (Deut 6, 1-6) Moisés presenta al pueblo el primer mandamiento de Dios que consiste en escuchar, amar y obedecer al único Dios verdadero. “Escucha Israel: el Señor, nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
El salmo 17 canta el amor a Dios que es al mismo tiempo la fortaleza en toda prueba. “Yo te amo Señor, mi fortaleza”.
La segunda lectura de La carta a los hebreos (Hbr 7, 23-28) aclara que el sacerdocio de Jesús es superior al sacerdocio del AT “Él es el sumo sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores…”.
El evangelio de San Marcos (Mc 12, 28b-34), presenta una enseñanza muy significativa sobre el mandamiento más importante para todo discípulo y misionero de Jesús. “Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó ¿Cuál es el mandamiento más importante? Jesús respondió: el primero es: Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tu amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. El segundo es amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”.
1- Creado por amor y para amar
La historia de la salvación es una historia de amor inconmensurable de Dios fiel ante la fragilidad del hombre vulnerado por la infidelidad.
Dios creando todo, lo hace por amor y con amor para que los hombres creado a su imagen y semejanza, seres con capacidad de amar, se pueda realizar amando.
Lo contrario del amor es el odio que se expresa en actitudes egoístas, cerradas, y autorreferencial que entró por astucia del diablo dañando la naturaleza de los primeros hombres. Dios en su amor fiel, no abandona a su criatura en la desgracia, más bien le otorga la posibilidad de resarcir su error a través de Jesucristo sumo y eterno sacerdote muerto en cruz por todos los pecados del mundo venciendo el odio y curando la herida mortal generado por la serpiente.
A partir de la fidelidad de Dios que nunca deja de amar a su creatura, se desencadena toda una historia de amor a favor del hombre que tiene sus altibajos de caídas y levantadas.
Las lecturas nos invitan a considerar el amor como actitud inherente a todo ser humano, por lo tanto, nuestra naturaleza no puede funcionar bien al margen de esta verdad. Consideremos brevemente algunos elementos sobre el amor autentico:
1º. Fuimos creados por amor y para amar: Lo más sencillo es que, hay que amar, “el alma humana yo la hice de amor” dice una frase de Santa Catalina de Siena.
Dios le dice a su pueblo amen, hay que amar. Lo contario del amor es el egoísmo. Al encerrarnos en nosotros mismo los bienes que poseemos, generan mucho daño fermentando y pudriéndose dentro de cada uno. Esto hace triste y oscura la vida. Se paga un precio muy alto por no amar, por ser egoísta, por encerrarse. Cuantas personas están llena de cosas materiales acumuladas: riquezas, placeres, confort, poder, pero por dentro le invade un frio vacío de la infelicidad. El que es capaz de compartir, de donar y donarse tiene el corazón y la conciencia enserenada, vive más tranquila, estable, entusiasta y alegre. La energía debe ser canalizada proyectada y aprovechada para el bien propio y ajeno. Muchos males desaparecerían si aprendiéramos a amar de verdad con gratuidad y apertura. El amor es un torrente que brota del corazón mismo de Dios que lleva a la realización experimentando el gozo de haber encontrado el secreto de la vida. La exhortación apostólica Evangeli Gaudium del papa Francisco es una invitación a evangelizar con alegría y entrega generosa. El amor autentico lleva siempre a la misión, a la apertura, a la operatividad, a salirse de sí mismo para ir hacia los demás.
2º. Hay un orden en el amor: El orden es parte integral del amor, se habla mucho del amor confundiendo su esencia verdadera. Equivocadamente se pretende llamar amor a cualquier tipo de afecto o adicciones: a personas a objetos, a ideas, etc. El amor nos es puro impulso bruto emotivo, no se identifica con sensaciones románticas. El amor no puede ser ciego, sino lleno de orden de luz y visión y de acierto.
Existe una sensación fuerte en considerar el amor al prójimo a precio de cualquier afecto ordenado o desordenado con el riesgo de oscurecer el amor a Dios.
Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tu fuerzas dice la Primera lectura. En el orden jerárquico, Dios está en primer lugar. Al poner a Dios en primer lugar, él te ayuda a distinguir equilibradamente la escala de valores en el amor. Ilumina y orienta para clarificar acertadamente el discernimiento. Una persona que no tiene a Dios en primer lugar en su corazón, es un riesgo para todos. Esa persona puede tener como su dios realidades terrenales que al final arruina la vida, la amistad, la familia, y arriesga la salvación. Es importante considerar con seriedad el amor a Dios sobre todas las cosas. El amor a Dios ayuda a tener un olfato espiritual y moral muy despierto, ayuda a descubrir que todo lo que ofende a Dios termina destruyendo.
3º. El amor es fecundo: trae un fruto: El amor siempre da frutos, el Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium habla de que Dios creo al mundo por amor. En el relato de la creación, el libro del Génesis recuerda que el hombre y la mujer deben ser fecundos. ¿Cuál es el fruto que está dando una amistad, un noviazgo, una relación…? Construye o destruye, genera felicidad o adicción esclavizante, fortalece la fidelidad o en cambio vulnera la fidelidad, fecunda o infecunda, es toxico o liberadora, ¿Considera a Dios como fuente de todo amor auténtico o más bien, Dios es un estorbo que solo prohíbe?
Toda idea y todas las actitudes que atenta contra la sana fecundidad, atrofia y enferma el amor. El amor debe dar fruto, debe ser fecundo, debe dar y darse uno al otro. Solamente entre las personas se pueden expresar la reciprocidad o el amor mutuo.
Un sacerdote en su fecundidad debe entregarse sin reserva a su misión para enseñar, santificar y gobernar sin reserva, las 24 horas, ser y sentirse de Dios para los demás.
Una familia debe vivir su amor en familia con generosidad, fraternidad, comprensión, perdón, atención cuidadosa al enfermo, al anciano, al niño, etc. Tener una causa noble por el cual luchar gastar y desgastarse.
Todas las autoridades llámese político, religioso, civil, etc, deben dejarse guiar en sus gestiones por el amor inherente en la misma naturaleza humana colocando todo según su orden. Primero Dios y segundo el prójimo.
Fuimos creados por el Dios del amor, con amor y para amar, tanto que, no podremos ser felices al margen del amor autentico que pone como premisa mayor el amor a Dios y al prójimo.
2- La Sinodalidad una invitación a caminar juntos como instrumentos del amor
Ante la multitud de preceptos que regulan la vida pública, religiosa y política de los judíos 613 en total, un escriba pregunta a Jesús sobre cuál es el mandamiento más importante, Jesús le responde, “el primero es este: Escucha, Israel: el señor nuestro Dios es el único Señor; amarás al señor tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. Tal vez nosotros como Iglesia al igual que aquel escriba, necesitamos un momento de pausa para acercarnos a Jesús, acercarse uno al otro, reflexionar sobre lo que es más importante para la salvación de la humanidad.
El Papa Francisco nos convoca a todos en este camino sinodal. El proceso o camino de escucha sinodal es una oportunidad para crecer en el testimonio del amor a Dios y al prójimo. Es una oportunidad para madurar en la misión llevando el amor de Dios manifestado en Jesús muerto en la cruz y resucitado a todos los rincones del mundo.
La Iglesia es pueblo de Dios en camino hacia el Reino celestial, hasta el fin de los tiempos y hasta los confines de la tierra. “La forma sinodal de su camino expresa y promueve el ejercicio de la comunión en cada una de las iglesias locales y, por encima de todas ellas, en la única Iglesia de Cristo. Esta dimensión sinodal implica además la comunión en la Tradición viva de la fe de las Iglesias locales entre sí y con la Iglesia de Roma, además la Sinodalidad está al servicio de la misión, siendo todo el pueblo de Dios el sujeto del anuncio del Evangelio”[2] del amor.
Amar a Dios y amar al prójimo no es un imperativo externo, más bien es la propia naturaleza inherente en cada ser humano y como tal debe reflejarse en todas las esferas de la vida personal, familiar, social, eclesial, etc.
Este sínodo nos invita a todos a plantearnos sobre esta pregunta clave: “¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio del amor a Dios y al prójimo, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal? Las respuestas habría que ir formulando en forma dinámica a partir de la escucha, iluminado por la luz y el soplo del Espíritu Santo que se manifiesta en cada bautizado.
En esta clave de amor a Dios y al prójimo marcado por esta invitación de escucha Sinodal, quiero recordar que hoy se celebra la clausura el año de la Eucaristía promovido por la Conferencia Episcopal Paraguaya en el marco del trienio. Hemos vivido un año especial debido al impacto de la pandemia que condicionó las programaciones previstas, sin embargo en todas las Diócesis se ha llevado a cabo diversas iniciativas para celebrar este año dedicado a la Eucaristía como expresión máxima del amor de Dios hacia la humanidad que se dio como alimento espiritual, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia.
Conclusión
Estemos disponibles para acompañar con actitud de oración y colaboración este proceso de escucha sinodal para seguir caminando juntos marcados por la participación comunión y misión.
Al culminar esta breve reflexión sobre el amor, podemos mencionar la frase de San Agustín “Lo que hayas amado quedará, el resto solo serán cenizas”. Pedimos a Dios que su gracia nos ayude a perseverar en el auténtico amor que perdura en todas las esferas de la vida personal, familiar, social, eclesial, político, etc. amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo, no hay mayor mandamiento que estos dos.
Referencia:
[1] FRANCISCO, Discurso con ocasión de la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos. AAS 107 (20215), 1139.
[2] COMISIÓN TEOLÓGICA INTERANCIONAL. La Sinodalidad en la Vida y en la Misión de la Iglesia Nº 51-5.