Homilía: Domingo XIX Ciclo B. Ordinario

“Si se enfría nuestro amor, se paraliza nuestra acción”
(San Agustín)

La Iglesia en Latinoamérica y el Caribe, está en plena asamblea eclesial; los obispos de esta parte del mundo, buscando llevar adelante la Barca de Pedro, invitan a participar de la escucha sinodal a través de una plataforma virtual cuyo link cito a continuación: https://asambleaeclesial.lat/escucha/. Ellos –los obispos- esperan contar con la mayor cantidad de participantes posible para que, respondiendo a las preguntas en la plataforma, contribuyan a construir una verdadera Iglesia sinodal inspirado en el pasaje del evangelio de San Lucas 24, 13- 35, que es el pasaje sobre los discípulos de Emaús.
De este pasaje viene también el lema de nuestro año de la Eucaristía: “lo reconocieron al partir el pan”. Se aproxima el congreso eucarístico nacional, fijado para el 31 de octubre, que coronará este año dedicado a la “fuente y cumbre de la vida cristiana”.

Las lecturas de hoy nos invitan a considerar como tema central a Jesús, pan vivo bajado del cielo. El Evangelio de hoy está prefigurado en la primera lectura (1 Reyes 19, 1-8) , donde el Profeta Elías, en un momento dramático de su vida, fatigado por el largo camino en el desierto, está desanimado y desea la muerte para sí mismo, pero es alimentado por un ángel del Señor con pan y agua para hacer otra larga caminata hasta el monte Horeb donde entrará en sintonía con Dios. “El ángel viene, le toca y le dice: levántate come que el camino es superior a tus fuerzas.”

San Pablo nos invita en la segunda lectura (Ef 4, 30 -5,2) a resistir frente a todas las tentaciones del egoísmo: “alejad de vosotros toda amargura, pasión, cólera, gritos, insultos y cualquier tipo de maldad”.
En el evangelio (Jn 6, 41-51), Jesús se presenta como “pan vivo bajado del cielo”. Nos dice: “quien coma de este pan vivirá siempre”.

1- Alimento de vida eterna
La Eucaristía es el sacramento de la fe. Solo la recibe interiormente el que tiene fe, y para tener fe hay un solo camino: la docilidad interior y profunda al Padre. Hace falta la disponibilidad de todo nuestro ser, cuerpo, alma y corazón para Dios, ya así comenzará a correr en nosotros la savia de la fe.

Debemos recibir el alimento de vida eterna con fe y esperanza, alimento espiritual que contiene toda la fuerza del amor de Cristo, alimento que Él nos regaló en el momento más pleno del amor por nosotros, en el momento en que pasaba por su más grande dificultad y se encaminó hacia la mayor victoria sobre ellas.

La palabra central de la liturgia de hoy es: “yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre”:

La expresión “yo soy” es una fórmula que Dios mismo suele usar para revelarnos su ser. Jesús se revela aquí como el Hijo de Dios hecho pan que da la vida eterna a quien lo come con fe.
Con estas palabras sencillas Jesús se manifiesta como la respuesta definitiva a las necesidades y aspiraciones del ser humano. Por tanto, fuera de “Jesús, pan de vida eterna” no existe ni habrá otra respuesta igual que satisfaga la sed y el hambre del hombre.

Nada ni nadie nos puede dar la plenitud de felicidad que nos ofrece Jesús. Promete esta felicidad al proponernos un camino de seguimiento en el sermón de las bienaventuranzas. Sólo Jesús puede decir de sí mismo: “yo soy el camino la verdad y la vida”. Él nos muestra el camino, nos ilumina con la verdad preservándonos de todo error y nos da la vida eterna.

2- La recepción del Pan de vida
Debido a la inmensa necesidad que tenemos en alimentarnos espiritualmente, es conveniente y muy necesario preguntarnos: ¿cómo podemos acceder con una fe autentica a este Jesús que es “el pan vivo bajado del cielo? Existen varios medios para acercarnos a Jesús. Lo podemos lograr:

A través de la lectura meditada de la Biblia . Acercarse al pan de la palabra donde nos habla el mismo Jesús es el paso más importante de todos para acceder a la recepción del pan de la vida. Busquemos aprovechar los medios que están al alcance de cada uno para familiarizarse con la Sagrada Escritura: lectura y meditación diaria, cursos de Animación Bíblica Pastoral, lectio divina, etc.

La oración: A través de la oración, en la que, con palabras sencillas, le hablamos a Jesús le expresamos nuestro agradecimiento, lo reconocemos como Señor y Salvador, y le exponemos nuestras necesidades. Esta oración puede consistir en un dialogo sencillo con Dios aprovechando los momentos de silencio en el hogar, en el templo, ante el Santísimo Sacramento del Altar, o en el recogimiento interior durante el silencio de la noche, estableciendo un sereno dialogo con el Señor para entregarle nuestras fortalezas y virtudes juntamente con la miseria de los fracasos diarios.

Los sacramentos: Llegaremos a una fe más auténtica a través de la recepción de los sacramentos, en particular de la eucaristía, que es cumbre y fuente de la vida cristiana. La buena recepción de la Eucaristía requiere una mínima preparación tanto remota como próxima. La preparación remota bien se puede hacer con el examen sincero de conciencia y profundo arrepentimiento de los pecados cometidos. La preparación próxima consiste en estar en la gracia de Dios a través de una buena confesión hecha periódicamente que nos remite a la conversión. Cada sacramento necesita de una buena preparación para recibir toda su gracia.

La Caridad: la fe que hemos mencionado, únicamente tendrá sentido constructivo si está acompañada de la caridad. Es a través de las acciones de solidaridad para con los pobres que se testimonia al amor a Dios. El mandamiento más importante es el amor a Dios y al Prójimo.

Conclusión
Jesús vino para vencer el mal con la fuerza del amor y para comunicarnos esta fuerza. Cuando lo recibimos en la eucaristía, recibimos en nosotros este fuerte impulso hacia una vida de entrega completa a Dios y al prójimo. Que no se enfríe nuestra fe para que nuestra caridad sea fecunda.

Pidámosle a Dios que fortalezca nuestra fe vacilante. Participemos en esta eucaristía de hoy con un especial fervor, conscientes de que es un momento privilegiado de cercanía con Jesús, revelador del Padre que nos empuja al compromiso con el hermano.

Como discípulos y misioneros de Cristo, entremos en la dinámica de la Iglesia sinodal participando activamente en los trabajos pastorales como frutos de nuestra profunda fe en la Eucaristía, pan vivo bajado del cielo para que todos tengan vida en abundancia.

Pbro. Ángel Collar