Homilía: Domingo XVII, Ordinario Ciclo B

“El pan vivo bajado del cielo”

Al parecer los seres humanos no hemos encontrado la fórmula para resolver las cuestiones de la alimentación y del nivel de vida para todos los que poblamos este planeta.

Hoy día tenemos análisis publicados en diversos medios sobre el drama de la alimentación y el nivel de vida. Estamos en una época en el que se producen suficientes alimentos para unos 10.000 millones de personas cuando solamente estamos 7.500 millones de habitantes.

“El mundo produce la cantidad suficiente de alimentos para todos sus habitantes, sin embargo, millones de personas no acceden a ellos. Paraguay es uno de los seis países de América Latina con mayor porcentaje de subalimentación. Se posiciona, junto con Bolivia, entre los dos países de América del Sur que duplican el promedio de la región” (ÚLTIMA HORA, 16 de octubre de 2018)[1]. Es verdad que la situación ha mejorado, pero no es lo suficiente. Esta pandemia aumentó la cantidad de familias carenciadas que se ven privadas de una buena alimentación diaria. Gracias a la generosa solidaridad de muchas personas se puede seguir sobrellevando este cuadro crítico de la sociedad. Demos gracias por la generosidad de muchas personas de buen corazón y algunas ayudas institucionales.

Hoy la palabra de Dios nos invita a mirar, desear y buscar el alimento imperecedero, el pan de vida eterna, sin descuidar lo necesario para una vida digna y una buena alimentación que favorezca la salud integral.

La primera lectura que es del segundo libro de los Reyes (2Re 4, 42- 44), presenta ya la escena del pan multiplicado a partir de un gesto de compartir: “…porque así habla el Señor: Comerán y sobrará… El servidor lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor”.

El responsorio del salmo 144 proclama “Abres tus manos Señor, y nos colmas con tus bienes”.

La segunda lectura, tomada de la carta de San Pablo a los cristianos de Éfeso (Ef 4, 1- 6) es una exhortación que nos invita a ser consecuentes con la vocación recibida: “Con humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor…”.

El evangelio de san Juan (Jn 6, 1- 15) con el relato de la multiplicación de los panes, nos ofrece una gran luz que nos anima en el camino a veces fatigoso y nebuloso de la lucha diaria. “Todos se sentaron, y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados…”. El relato continúa diciendo: “todos quedaron satisfechos” y menciona que recogieron doce canastas de sobras de los panes y pescados.

1- El pan es necesario

Llama la atención la preocupación de Jesús ante la situación de los que lo buscaban. Y es que toda la vida de Jesús tiene como objetivo cumplir la voluntad del Padre y servir a los demás mediante sus palabras y sus acciones portadoras de vida.

Esta sensibilidad de Jesús ante los problemas de los demás es una lección en favor de la vida y nos enseña que nuestra existencia debe girar alrededor de los demás dando vida a la familia, la comunidad, el progreso del país, la Iglesia.

Pero no todas las personas actúan como Jesús, pues algunas sólo piensan en ellas mismas, en sus enfermedades y en sus problemas, en sus propias necesidades. Como resultado de este encerramiento egoísta, los problemas se van en aumento hasta convertirse en una avalancha que todo lo destruye.

Cuando nos abrimos rompiendo los muros que nos encierran en nuestro pequeño mundo, empezaremos a preocuparnos por los demás, relativizando nuestras propias dificultades. Cuando conocemos y compartimos el dolor de los demás, nos damos cuenta de que nuestras preocupaciones no son la tragedia que imaginábamos y tal vez encontramos alivio para nosotros mismo en la generosidad para con los demás.

Al igual que Jesús y sus apóstoles, salgamos de nuestro encierro para compartir  los gozos, esperanzas y dolores  de nuestros hermanos. Esto nos permitirá ver la vida con ojos diferentes. El papa Francisco ya nos animó – en términos más eclesiales – a ser hombres y mujeres “en actitud de salida”; “prefiero una Iglesia accidentada por salir a las calles que una enferma por encerrarse en la oscuridad de su aparente seguridad…”

2- El pan bajado del cielo

Vemos como las palabras y acciones de Jesús no se quedan en lo asistencial o material repartiendo solamente unos panes, sino que tocan en la gente las fibras más íntimas de su ser, por lo que ellos exclaman “este sí es el Profeta que tenía que venir al mundo”

Muchas personas están vinculadas con grupos e instituciones que favorecen con generosidad a muchos en los hogares de niños y ancianos o algunas fundaciones donde se ayuda a las personas carenciadas. Pero además de esto es necesario el alimento perdurable.

Jesús no sólo desagravia el hambre material; también se preocupa por satisfacer el hambre espiritual de las multitudes de gentes que lo seguían. Este comportamiento de Jesús sugiere por ejemplo, que ser buen papá es mucho más que pagar el colegio y responder por unos servicios de alimentación, vestido y salud.

En la Iglesia, ser buen Pastor no significa solamente promocionar y empujar la buena organización de la pastoral social o caritas parroquial que ayudan a muchas familias en sus necesidades básicas de alimentos, medicamentos y vestidos, sino también juntamente con los emprendimientos de acciones sociales, no descuidar la celebración de la Eucaristía, dedicar tiempo suficiente a la dirección espiritual para los fieles, crear oportunidades para recibir una buena formación doctrinal ofreciendo cursos, etc.

Ser una autoridad en lo civil exige estar dispuesto a una buena administración del bien común facilitando a través de estructuras justas lo necesario para una vida digna de la población y al mismo tiempo facilitar todo aquello que fortalece los valores espirituales y morales.

Ser buen padre de familia requiere dedicar tiempo a los hijos, para estar con ellos en sus actividades y momentos de ocio. Ser buen jefe de empresa no consiste solamente en pagar a tiempo un salario justo -lo cual es importantísimo-; también exige estimular a los empleados, apoyarlos en su crecimiento personal y profesional e invertir en ellos para dignificarlos haciendo posible que sean cada vez mejores en su trabajo.

La escena de la multiplicación de los panes, así como aparece en el evangelio de hoy, hace referencia a la Eucaristía por las palabras y gestos que realiza Jesús: “tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió”. En la actividad evangelizadora de Jesús son inseparables el alimento del cuerpo y el del alma.

Conclusión

Las lecturas de hoy nos iluminan y nos motivan para seguir a Jesús, cuya vida estuvo en función de los demás atendiendo simultáneamente las necesidades materiales y espirituales invitándonos a considerar en la vida cotidiana ambas dimensiones. 

Dice san Agustín: “Llamo cuerpo y sangre de Cristo… al fruto formado de la semilla terrena consagrado por la oración mística, siendo para el que lo recibe salud del alma y memorial de la pasión del Señor”. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”, Jesús es el pan vivo bajado del cielo que da la vida eterna.

Pbro. Ángel Collar