Homilía: Domingo XVI, Ordinario Ciclo B

Después del trabajo el derecho al digno descanso

              Introducción

Las lecturas de este domingo tienen como denominador común la palabra pastor dentro de un marco de trabajo apostólico y merecido descanso. Por un lado se presenta al pastor que dispersa, el que podría ser el asalariado, por otro lado el evangelio nos habla del buen pastor que reúne a las ovejas y los cuida.

La primera lectura del profeta Jeremías (Jr 23, 1- 6), hace una dura crítica contra los pastores que han sido infieles en su tarea y no han cuidado a sus ovejas: “¡Ay de los pastores que dejan que se pierdan y dispersen las ovejas de mi rebaño!”. Es una reprimenda a los pastores negligentes que extravían a las ovejas.

El Salmo 22 describe al Buen Pastor: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan”.

La segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Efesios (Ef 2, 13- 18) es un mensaje sobre la unidad entre dos pueblos distintos gracias a la sangre de Cristo derramada en la cruz. “Él ha unidos los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba…”

En el evangelio de san Marcos (Mc 6, 30- 34), vemos a Jesús que está acompañado de sus discípulos, después de que ellos regresaron de su primera experiencia evangelizadora. Leemos en el Evangelio de Marcos: “Cuando los apóstoles regresaron de su misión y se reunieron con Jesús, le comentaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”.

1- La labor pastoral

La primera lectura nos plantea una advertencia para cuidarnos y al mismo tiempo una esperanza.

Nos advierte que existen falsos y peligrosos supuestos pastores que dispersan al rebaño, pero al mismo tiempo nos alienta con mucha esperanza. El mismo Dios de Israel se ha pronunciado contra estos mercenarios y prometido encargarse él mismo del pastoreo: “ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsados y no se han ocupado de ellas. Yo en cambio voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones”. Ante la mala actuación de los pastores, el mismo Dios se encargará del rebaño, “yo mismo reuniré el resto de mis ovejas…suscitaré pastores que las apacentarán”.

Dios estará presente en medio del rebaño a través de sus legítimos pastores, para reunir y atender a las ovejas de tal forma que ninguno se extravíe.

Esto es una advertencia para todos aquellos que tienen responsabilidad sobre las personas: los padres de familia que son los pastores del hogar, las autoridades que son los responsables en cuidar a todo un pueblo bajo su mando,  los que se dedican a la educación y deben formar personas útiles para la sociedad, las autoridades políticas y finalmente las autoridades religiosas quienes son los pastores que representan al mismo Señor y deben guiar a la grey hacia Dios por el sendero de la vida a ejemplo del Pastor por excelencia. Dice el Salmo 22,  “el Señor es mi pastor nada me puede faltar”. Junto al Señor, el verdadero pastor debe proveer lo necesario a las ovejas para tener lo que haga falta para su santificación.

La labor pastoral de un verdadero pastor se mide por su disponibilidad, seriedad, gratuidad, rectitud en la verdad evangélica, capacidad de gobierno, y espíritu de misericordia para curar las heridas del pecado, con cualidades para reunir, convocar y orientar.

2- El necesario descanso

Jesús, estando empeñado él mismo en realizar con entusiasmo el trabajo que el Padre le encomendó, reconoce el peligro del exceso de trabajo, e invita a tomar un día de descanso. En esta meditación reflexionaremos sobre nuestros hábitos de vida que, en muchos casos, no son muy saludables.

Muchos  afirman que el tiempo no le alcanza; por eso vivimos a la carrera y no atendemos con profundidad los asuntos que merecen una atención más calmada. Los padres de familia no tienen tiempo para conversar con sus hijos; las parejas no tienen tiempo para dialogar. La mesa del comedor, punto de encuentro donde se debe compartir los hechos y anécdotas de la vida familiar, se ha convertido en un lugar silencioso donde nadie conversa porque cada uno está chateando por las redes sociales. Y, además, se acumula la fatiga que produce toda una larga semana de trabajo. Por todos esos motivos Jesús invita a sus discípulos a tomar un reposado descanso en un lugar solitario: “Vengan ustedes a un lugar desierto para descansar un poco”.

La vida laboral ordinaria, requiere un espacio de reposo para reponer las fuerzas, alimentar el entusiasmo por el trabajo y establecer una relación más pausada con la familia. Nuestro ambiente moderno marcado por la vertiginosa velocidad y multiplicidad de tareas, demanda considerar con mucha seriedad esta enseñanza del evangelio de hoy. El descanso es necesario dado que el ser humano no es ninguna máquina como lo quieren considerar los que se dedican únicamente a la producción, al trabajo en detrimento del digno reposo que restablece las energías. El mismo Dios creador, descansó el sábado después de hacer todas las cosas visibles e invisibles. Después de crear al hombre, “vio Dios que era muy bueno y descansó”.

Negar esta dimensión humana lleva a caer en un grave equívoco en querer entenderse o sentirse más que Dios. Todo necesita de la pausa para recomponerse. El hombre, los animales, las plantas, la misma naturaleza, requieren de un tiempo de descanso el cual renueva las fuerzas de todo ser animado.

Conclusión

Ciertamente debemos entregarnos con toda generosidad al trabajo y al servicio, pero al mismo tiempo, necesitamos por la propia limitación física, un merecido descanso. Estamos entonces llamados a reorganizar todas nuestras actividades de tal manera que entre las diversas ocupaciones laborales y apostólicas, tengamos tiempo para el digno descanso.

“Si amas al Señor, le dedicarás su día para descansar… Señor y Dios nuestro, danos la paz del Domingo con su mañana y su tarde”. El domingo fue preceptuado para los cristianos como reposo sabático.