Homilía: Sexto Domingo de Pascua

“Ama y haz lo que quieras”

(San Agustín)

            Las lecturas de este sexto domingo de pascua nos sitúan a considerar la vida, la misma existencia en clave del amor: vivir en amor y para amar. Un amor entendido como entrega, servicio, donación de uno mismo a favor del prójimo.  Un amor que lleva a la santidad de uno mismo y del entorno como lo hizo Jesús y tantas personas santas en la vida de Iglesia en el pasado y en el presente. Un amor operativo, dinámico que empuja a actuar de acuerdo a los principios de una verdadera entrega a Dios y al prójimo. Por otro lado, el amor es el mismo nombre de Dios. A la pregunta quien es Dios, podemos responder que Dios es amor

            La primera lectura de los Hechos de los apóstoles (Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48) presenta el gran amor de Dios que no hace acepción de personas para tocar con su gracia santificante: “Ahora comprendo con toda la verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”.

La segunda lectura de la carta primera de Juan (1Jn 4, 7-10) es una invitación imperativa al amor: “Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios…”.

En el evangelio de san Juan (Jn 15, 9-17) Jesús nos presenta la ley del amor como criterio decisivo. Si vivimos según el mandamiento de Jesús permaneceremos en la nueva vida, que es del amor que procede del Padre y que se transmite a través del Hijo llenando de vitalidad al discípulo y misionero de Jesús. “Como el Padre me ha amado, así también los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor”.

1- Un amor operativo

En evangelio nos explica que el amor es el hilo conductor de la historia de la salvación. Si queremos responder a la pregunta ¿quién es Dios?, la respuesta más exacta nos lleva a confesar que Dios es amor. El amor define la identidad de Dios, y al mismo tiempo es la explicación de su actuar, pues la historia de la salvación sólo tiene una explicación, que es el amor que Dios nos tiene.

Dice el evangelio “Como el Padre me ha amado”. Este versículo se refiere a lo más profundo del misterio de Dios y nos pone de manifiesto que el Padre tomó la iniciativa de que su Hijo se hiciera como uno de nosotros en las entrañas de una joven campesina judía. Se trata de una iniciativa absolutamente libre de Dios Padre. Jesús reconoce que el amor expresado por Él lo ha recibido del Padre. Dios es la fuente de todo amor verdadero. Nadie puede amar si Dios no está en él.

“Así también los he amado a ustedes”. El amor de Dios Padre se hace presente y visible en la persona de Jesús, Él asumió nuestra condición humana y se hizo semejante a nosotros en todo menos en el pecado, se mostró compasivo con el dolor de los seres humanos y llegó hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Esta disponibilidad sin medida en entregarse por nosotros, es la fuente de nuestra santificación. Por Jesús accedemos al amor del Padre, por lo tanto, los discípulos y misioneros, viviendo este mismo amor de Dios que nos llega a través de Jesús, pueden dar testimonio de santidad en todas las circunstancias de la vida.

Como consecuencia lógica de lo dicho se realizará por añadidura la permanencia en el amor de Dios. “Permanezcan en mi amor como yo permanezco en el del Padre”. El amor, que es iniciativa del Padre, nos conduce hacia Él, haciendo que todas nuestras actividades, impregnadas de amor, adquieran una nueva significación y darán frutos que perduran.

2- Dimensión practica del amor

Es necesario llevar a la práctica, a la vivencia concreta el amor que Dios nos regala a través de su Hijo Jesucristo crucificado y resucitado.

Como un primer plano de vivencia del amor podemos considerar el ámbito del cumplimiento de los mandamientos que nos ayudan a respetar las condiciones esenciales de la convivencia entre nosotros. Esto lo podemos encontrar en los 10 mandamientos que se resumen en el amor a Dios y al prójimo.

En segundo lugar, podemos considerar las orientaciones disciplinarias que nos ofrece la Iglesia como medios para testimoniar una fe operativa y dinámica. Ahí tenemos las obras de la caridad material y espiritual, los preceptos, las doctrinas, los principios morales y disciplinarios que nos ayudan a tener una actitud de santidad y de respeto a las cosas de Dios y de su Iglesia teniendo consideración al prójimo, sobre todo a los más indigentes entre nosotros: los pobres, los niños, los ancianos, los enfermos, los mendigos, etc.

En tercer lugar, la vivencia del amor que viene de Dios, puede referirse a la participación en todo aquello que promueve el crecimiento de las personas y el bien común. Tenemos la obligación de contribuir para la buena marcha de la sociedad; en concreto, esto exige que se respeten las leyes justas. Exige dar el salario justo al empleado, pagar los impuestos, cumplir el protocolo sanitario en este tiempo de pandemia para evitar contagiar y contagiarse con el virus. Exige que participemos responsablemente en la toma de decisiones que afecta la marcha de la sociedad,

Conclusión

La actitud opuesta al amor es el egoísmo que lleva a buscar únicamente lo que satisface individualmente ignorando la dimensión social de la existencia. El egoísmo acarrea como consecuencia el empobrecimiento del alma. En este sexto domingo de Pascua al enriquecer nuestra vida con la palabra de Dios, pedimos para que el Espíritu Santo acreciente en cada uno ese amor verdadero que busca el bien de todo. “La medida del amor es amar sin medida” dice San Agustín de Hipona. Busquemos siempre guardar los mandamientos de Jesús para permanecer en su amor: “si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor”