Homilía:  «Amar a Dios y al prójimo”

DOMINGO XXX ORDINARIO CICLO A
Pbro. Ángel R. Collar N

Introducción
En la noticia de ayer apareció el hallazgo de varios cadáveres humanos en un contenedor procedentes del extranjero muy lejano. Este hecho no puede dejar de inquietarnos. El hecho nos induce a pensar que estos hermanos buscaron salir de su país metiéndose en un contenedor. Buscaban nuevos horizontes, y lastimosamente esa enorme caja – el contenedor- fue lo último que pudieron ver en vida; se les acabó la existencia convirtiendo ese depósito de mercaderías en un lugar de tormentos y finalmente de muerte. La pregunta es: ¿Cuántas más personas estarán en la misma situación? ¿Por qué no pudieron hacer un viaje normal? ¿Es necesario arriesgarse hasta ese punto? ¿No será que fueron forzados o tal vez engañados en su buena fe? Y podríamos seguir con muchas otras preguntas. La versión de parte de los difuntos ya nadie podrá escuchar nunca más, y queda en manos de las autoridades dilucidar de alguna manera qué habrá pasado. Esto es uno de tantos ejemplos de violencia ante el derecho de vivir y de convivir con amor.

El domingo pasado hemos visto cómo le persiguieron a Jesús algunos escribas y fariseos, queriendo tenderle una trampa a propósito del pago de los impuestos. Jesús superó esta situación elegantemente respondiendo: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. En el domingo -día del Señor- de hoy, un doctor de la ley nuevamente presenta una cuestión: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?” La pregunta parece sencilla, pero de nuevo es como un dardo envenenado que puede hundir a Jesús.

Veamos también las otras lecturas. La primera, del libro del Éxodo (Éx 22, 20-26), nos presenta las exigencias de la justicia que deben regular las relaciones sociales: No maltratarás ni oprimirás a nadie… No explotarás a viudas ni a huérfanos…no prestarás dinero con usura… si prestas algo a un pobre debes devolverle la prenda al anochecer…

En la segunda lectura, san Pablo en su carta a los cristianos de Tesalónica (Tes 1, 5c-10) da testimonio del amor a Dios que anima esta comunidad: todos saben “… cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro”.

Y el evangelio es un cuestionamiento malsano que un maestro de la ley le dirige a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”

1- Amar a Dios sobre todas las cosas
Jesús, para dar respuesta al cuestionamiento del maestro de la ley sobre el mandamiento más importante menciona un texto tomado del libro del Deuteronomio (Dt 6,5), donde se establece que el primer mandamiento es el amor a Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.

El Antiguo Testamento enseña los diez mandamientos que son sobre todo principio regulador en la relación de Israel con Dios; esto es lo más importante y principal. Es necesario recuperar este aspecto, nuestra relación con Dios. Tantas situaciones lamentables que suceden en el mundo se deben a nuestra miopía y la amnesia espiritual de Dios que traen consecuencias dramáticas y muy lamentables en la vida, en la familia y en la sociedad.

Necesitamos recuperar con fuerza este primer mandamiento para fortalecer la fe y la esperanza en pos de la construcción de un mundo más fraterno, más humano donde hay lugar, espacio y oportunidad para que todos vivan dignamente. La cláusula del amor a Dios como ley divina, está grabada en el corazón del hombre, todos los seres humanos necesitamos este amor.

2- Amar al prójimo
Jesús prosiguiendo con su respuesta al maestro de la ley dice: “El segundo es semejante al primero”. Aquí menciona otro pasaje del Antiguo Testamente, del libro de Levítico (Lv 19,18) donde se establece que el segundo mandamiento consiste en que “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Por lo tanto el más importante mandamiento es uno solo con dos aspectos como las dos caras de una misma moneda: amar a Dios y al Prójimo. Teniendo en cuenta la primera lectura y en un contexto práctico, podemos considerar que Dios asume la defensa de aquellos prójimos que no nos parecen importantes: en primer lugar, los extranjeros, en segundo lugar, las viudas y los huérfanos, en tercer lugar, los que padecen pobreza extrema, los indigentes que viven en las calles, cubiertos solamente por unos cartones y una frazada vieja que han rescatado de la basura. El mandamiento de amar al prójimo es un llamado a asistir a los pequeños, vulnerables, pobres e indefensos de nuestra sociedad.

Conclusión
Al reflexionar la palabra de Dios donde claramente vemos la inevitable necesidad del mandamiento de amar a Dios y al prójimo, busquemos vivir con entusiasmo y generosidad nuestra identidad cristiana. Al finalizar la reflexión recordemos el pensamiento de San Agustín sobre el amor: “Oye, pues, de una vez un breve precepto: ama y haz lo que quieras; si callas, clamas, corriges, perdonas; calla, clama, corrige, perdona movido por la caridad. Dentro está la raíz de la caridad; no puede brotar de ella mal alguno”. Ojalá que nunca más nadie muera de una manera dramática como aquellos que perecieron en el contenedor y fueron encontrados en el Barrio Santa María de Asunción. Que Dios nos conceda esa gracia de amarle en él prójimo y en éste amar a Dios.

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