Homilía:  Dios nos fortalece con su palabra

DOMINGO XXIX ORDINARIO CICLO A

Introducción

El domingo, día del Señor, estamos invitados a la mesa de la palabra y la Eucaristía. De esta forma vamos alimentando nuestra fe en Jesús, el Hijo de Dios.

Las lecturas nos invitan a reflexionar básicamente sobre tres puntos:

La primera lectura del profeta Isaías (Is 45,1.4-6) revela a Dios que dirige la historia valiéndose de un pagano, el Rey Ciro.

En la segunda lectura de la carta de Pablo a los Tesalonicenses (Tes 1, 1-5b) el apóstol felicita a la comunidad de Tesalónica por recibir con alegría la buena nueva.
En el evangelio de san Mateo (Mt 22, 15-21) encontramos los criterios para manejar las relaciones entre el mundo de la política y la religión.

Y finalmente debemos recordar lo que la Iglesia nos propone hoy la Jornada Mundial de las Misiones.

1- La fortaleza de la Palabra de Dios
El hombre en lo profundo de su ser necesita siempre un incentivo, una palabra de aliento, un mensaje de esperanza, de manera particular en este tiempo de larguísima cuarentena donde se resquebraja la economía, las relaciones familiares, etc. Más que nunca todos necesitamos un aliciente para salir de este oscuro túnel y recuperar la autopista bien iluminada para emprender el viaje de la vida con mayor seguridad. Esto es lo que hace San Pablo en su carta dirigida a los de Tesalónica: “Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia”. Sin embargo, de ordinario en las relaciones cotidianas el ser humano descubre más rápidamente los defectos en los demás que las virtudes. Parece mentira que los padres de familia regañan duramente a sus propios hijos por los defectos o las limitaciones que los caracterizan, los vecinos entre ellos ven sólo los aspectos negativos de la familia de al lado, entre las autoridades se entrecruzan con expresiones que dejan mucho que desear, y las opiniones en las redes sociales en muchas ocasiones se prestan para aplastar por completo al prójimo. Seamos nosotros buenos animadores del hermano que cae en la tristeza, la depresión, el desengaño, las crisis existenciales, seamos agentes multiplicadores de la multiforme gracias de Dios; “no salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan” (Ef 4, 29).

2- La autoridad de Dios
El evangelio es una escena donde Jesús es tentado por los partidarios de los fariseos y los herodianos. Éstos le hacen una pregunta: “’Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?’. Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: ‘Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto’. Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: ‘¿De quién es esta figura y esta inscripción?’. Le respondieron: ‘Del César’. Jesús les dijo: ‘Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios’. La relación Iglesia – Estado no siempre fue fácil, por eso es importante considerar acertadamente las palabras de Jesús.

En nuestro siglo, caracterizado por su aspecto diverso y plural, deberíamos promover una separación respetuosa entre las estructuras políticas y la Iglesias. Cuando hablamos de separación entre la Iglesia y el Estado no pensamos en distanciamiento y desconfianza sino expresamos el deseo de que cada uno actúe en el ámbito de su competencia y los dos trabajen conjuntamente por el bien común y la paz.

La respuesta de Jesús engloba la idea de que la máxima autoridad es la de Dios y de nadie más, por lo tanto, el poder político debe estar subordinado a Dios y al servicio de Dios: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios. La primera lectura del Libro de (Is 45,1.4-6) es el fiel reflejo de cómo Dios actúa a través del rey Ciro que es un pagano.

Conclusión
Concluyendo nuestra reflexión recordemos que hoy es el día de la Jornada Mundial de las Misiones. El mandato misionero de Jesús está dirigido a todos, ningún bautizado está exento de este compromiso, todos somos anunciadores de la buena nueva de la salvación. Este anuncio lo hacemos mediante el ejemplo y la palabra. Seamos anunciadores de la Buena Nueva trasmitiendo palabras de aliento y de esperanza con gestos concretos de caridad y amor al prójimo, reconociendo que la Iglesia tiene su autonomía frente a los poderes terrenales y que ambos están bajo la autoridad de Dios.

Pbro. Angel Collar

Leave a Reply

Your email address will not be published.