Homilía: Llenar de Dios el corazón del hombre

DOMINGO XXV ORDINARIO CICLO A

INTRODUCCIÒN
Las lecturas que hoy presenta la liturgia nos ofrecen orientaciones para la vida práctica y testimonial. Es un reflexionar sobre el camino que escoge el ser humano y que no siempre coincide con la sabiduría que viene de lo alto, es decir, de Dios; de ordinario nos inspiramos en modelos terrenales: un artista, una personalidad famosa, un futbolista, etc. En detrimento de mismo Dios, su Hijo Jesús y su Palabra.

La primera lectura del profeta Isaías (Is 55, 6-9) nos advierte buscar cuanto antes a Dios, “buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón”. Dios da una y mil oportunidades para orientar la vida según sus mandamientos olvidando incluso las malas actuaciones anteriores siempre y cuando reorientamos la vida a partir de la palabra de Jesús, el Hijo encarnado del Padre.

La segunda Lectura de la carta de Pablo a los Filipenses (Flp 1, 20a-24.27ª) es un mensaje de aliento, de esperanza y consuelo para los atribulados: los que pasan por sufrimiento, persecuciones, amenazas, la adversidad, e incluso los que experimentan la prosperidad. Leemos: “Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo”; esto equivale a decir que, si llevamos una vida acorde a Dios, todo el resto debe pasar al segundo plano dado que lo más importante es la armonía con Dios y a partir de allí la armonía con los demás y con la misma creación. Recordemos esta frase de un gran santo: “El que se pasa al lado de Cristo, pasa del temor al amor y comienza a poder cumplir con el amor lo que con el temor no podía” (San Agustín).

El evangelio de san Mateo (Mt 20, 1-16) nos presenta la parábola de los trabajadores de la viña. Independientemente de la cantidad de horas que hayan trabajado, los obreros reciben el mismo salario, todos reciben de manera igual un denario cada uno; esto genera la protesta de quienes se han dedicado más horas al trabajo.

1- BUSCAR A DIOS
La historia, las experiencias de cada uno y las ciencias humanas nos enseñan que el hombre, imagen y semejanza de Dios, tiene en su vida un aspecto, una dimensión que él no puede llenar con las cosas materiales ni con las realidades puramente terrenales. Es un talante de la vida que trasciende, va más allá de lo material y provoca una tensión en la vida y la sociedad.

La primera lectura del libro del profeta Isaías nos advierte con fuerza que necesitamos buscar a Dios, es decir, buscar esa realidad que ultrapasa lo material; dice: “Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón”. Seguramente, en algún momento de nuestra vida hemos actuado fuera de lugar alejándonos de la fuente que da la vida sin fin, “fuente de agua viva que brota para la vida eterna” (Jn 4, 5-43). Hemos faltado a la justicia, a la caridad, al amor, descuidando el respeto a la dignidad y el derecho del prójimo, provocando rupturas, heridas, decepciones, desavenencias con mucha violencia. La lectura de hoy es actualísima, hay tantos seres humanos quienes, después de llenarse con toda clase de bienes materiales, experimentan el vacío interior y este vacío los provoca a una búsqueda de Dios por diversos caminos. Se manifiesta en ellos esa inquietud profunda de satisfacer el hueco que no puedo llenar ambicionando las realidades idolátricas del poder, placer y el dinero.

Dice San Agustín: “Quien abandona la unidad, viola la caridad, y quien viola la caridad, tenga lo que tenga, nada es”. Toda la realidad material debe estar orientada hacia los bienes espirituales, es decir, se debe considerar en función de la justicia, la caridad, la solidaridad. El criterio para buscar a Dios es la caridad, dice el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Hay mayor alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35).

2- EL SALARIO ES IGUAL PARA TODOS
El evangelio de san Mateo (20, 1-16) nos presenta hoy el Reino de Dios a través de la parábola de los trabajadores de la viña. El dueño invitó en cinco momentos diferentes a los obreros, primero a la mañana temprano, segundo a la media mañana, tercero al medio día, cuarto a media tarde y quinto al atardecer, acordando con cada uno de ellos un denario. Al culminar la jornada los mandó llamar a los últimos en primer lugar hasta que finalmente llamó a los primeros contratados pagándoles el mismo salario que a todos. Esto le provocó una reacción de protesta de los anteriores quienes estuvieron reclamando mayor recompensa aludiendo que habían aguantado todo el día el calor del sol.

El dueño de la viña es Dios, los obreros somos todos los seres humanos, en particular los hijos de Dios en el Hijo, es decir, los bautizados, el salario es la salvación, los que fueron contratados a primera hora son los que desde hace tiempo atrás forman parte del pueblo de Dios, en aquel tiempo los judíos y los de ultima horas son los paganos conversos. A la luz de esta parábola nosotros nos ubicamos entre los que fueron contratados al atardecer y los de la última hora serían quienes aún están esperando ser invitados a la viña del Señor. Aquí podemos considerar a muchas personas o comunidades enteras que aún no conocen a Dios pero que igualmente se les irá invitando.

Una vez dentro de la viña todos tendremos el mismo salario, salario que no es dinero sino la misma vida eterna. La viña puede ser identificada con el hogar, el lugar de trabajo, allí donde uno ejerce su autoridad que le fue confiada por el pueblo, la parroquia, la diócesis, el grupo, el movimiento, la comunidad, etc.
Procuremos nosotros ser ese obrero de Dios, dueño de la viña. Dios sale a invitar a los que están aún fuera de la viña o a los que tal vez ya han estado dentro pero por razones que no sabemos bien se alejaron y por lo tanto necesitan ser reinsertados: jóvenes, adultos, niños y familias en situaciones de extrema necesidad, empresarios, políticos, científicos y profesionales que fueron enceguecidos por la ambición en las cosas materiales descuidando la justicia y el bien común.

El Papa Francisco, llama a todos los católicos a una profunda conversión pastoral empezando por los pastores. Nos llama a asumir una actitud de salida misionera. Seamos esos jornaleros laboriosos que con alegría realizan su trabajo por la causa del Reino de Dios.

CONCLUSIÓN
Hoy nuestra reflexión es toda una cátedra sobre el valor de Dios en la vida del ser humano. Siempre “busquemos primero el reino de Dios y su justicia y todos lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6, 33). “Dios debe ser nuestra posesión y nosotros posesión de Dios” (San Agustín). Que nadie se sienta propietario, dueño y señor de la mies; a la luz del Evangelio seamos más bien buenos obreros de la viña del Señor reconociendo que en esta viña todo buen obrero – aunque sea de última hora – tiene el mismo derecho a su salario.

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