Itaipú, una oportunidad de diálogo y concertación social para el bien común

El documento contiene las reflexiones de los Obispos de la Conferencia Episcopal Paraguaya y orientaciones pastorales sobre la revisión del Anexo “C” del Tratado de la Hidroeléctrica de la Itaipú Binacional, como una contribución al diálogo y la concertación social en pos de  una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación.

Siguiendo el método del ver, juzgar y actuar, la carta pastoral plantea cuatro capítulos:

1) Una mirada a la situación 2) Una valoración de la situación en la perspectiva del bien común 3) Se propone un camino para un país mejor, con metas consensuadas y procedimientos que generen confianza y  4) Se invita a sanar y fortalecer la casa común de todos los paraguayos con valores cristianos y actitudes  sociales que generan comunidad.

En el prólogo, los obispos sostienen que el proceso de revisión, renegociación y actualización del Tratado, por sus implicancias jurídicas, económicas, sociales y ambientales, necesita ser legitimado con el involucramiento y la participación de todos los actores de la sociedad nacional.

  1. El contexto social, político y económico: desafíos y oportunidades

Se expone que Itaipú representa un desafío humano, energético, político, diplomático, económico y medio ambiental de envergadura. La represa es conocida como la mayor productora de energía del mundo y es sin duda la mayor industria del Paraguay, que beneficia al país con energía y con royalties que representan un porcentaje importante del PIB y del Presupuesto General de la Nación. Esto financia gran parte del funcionamiento del aparato estatal.

Al final de este capítulo, los obispos insisten en que el pueblo paraguayo es consciente de su anhelo en favor de un futuro mejor para todos y es celoso del buen uso de su patrimonio material, histórico, humano, cultural, social y religioso. Necesita ser tomado en cuenta, con seriedad y con participación informada.

  • Diálogo y concertación teniendo al bien común como norte de la negociación

El documento insta a que la renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú se oriente y se plasme, en función del bien común. Se sostiene que toda negociación es una oportunidad de mejorar. Esta debe ser la inquietud y el tono de la diplomacia, a más de insistir en que la atención de muchos aspectos del bien nacional y de las relaciones bilaterales es impostergable.

La carta expresa que el camino de diálogo en pos del bien común debe generar un nuevo estilo social y político. La prudencia urge a construir consensos a través del diálogo social y del ejercicio de la autoridad que genera confianza y toma decisiones responsables.

Para llevar adelante este diálogo social, los obispos proponen tener en cuenta los principios enunciados por el Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudim:

1) Dar prioridad al tiempo y no al espacio. Esto significa pensar y trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos; se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Este principio permite actuar en función de políticas de Estado a largo plazo, contrario al “cortoplacismo” que habitualmente limita al beneficio asociado de ganar votos para las próximas elecciones.

2) Que prevalezca la unidad sobre los conflictos. Esto implica madurez y capacidad de resolución de las diferencias; es posible vivir unidos y desarrollar una comunión, respetando las diferencias. La amistad social exige la solidaridad, la participación y la integración de todos para resolver los conflictos. Nadie debe ser excluido. Todos son importantes y pueden aportar soluciones. Los debates no pueden perder de vista el fortalecimiento de la unidad, como bien necesario y fundamental.

3) Considerar la premisa de que la realidad antecede a la idea. Esto implica escuchar, tomar contacto con la vida de la gente, ser concretos en las propuestas. Se debe responder a la propia realidad y construir desde ella, diseñando proyectos realistas.

4) Comprender que el todo es superior a la parte  o a la mera suma de las partes. Esta perspectiva indica que el bien mayor es que todos sean beneficiados, no debiendo interpretarse este principio meramente como el sacrificio de unos en función de un bien mayor, que también puede ser requerido. Este principio conlleva que las partes son capaces de verse integradas en el conjunto, aunque no todas sus aspiraciones hayan encontrado cabida.

  • Generar confianza y consensuar metas desde la fraternidad

Itaipú es una oportunidad para fortalecer la vida fraterna entre todos los paraguayos. El planteo de la renegociación debe asentarse en un país animado por un espíritu de consenso, de concertación, que favorezca la solución de los graves déficits sociales y propicie el desarrollo humano, científico, tecnológico, social y cultural que requiere este tiempo.

Hay que escuchar y establecer un procedimiento participativo y programado para el diálogo. Este proceso podría estar liderado por una comisión conformada a partir de las universidades, convocando a los constructores de la sociedad, para definir y proponer un plan, establecer los plazos, la ruta y la metodología,  asegurando la integración y la participación de los representantes idóneos de diferentes sectores. No se trataría únicamente de encontrar soluciones técnicas a la renegociación del Tratado, sino de promover  la unidad y  un sentido de responsabilidad compartida.

Los frutos esperados de este diálogo y concertación social:

a)         Definir metas de la alianza estratégica con el Brasil, en relación con el Tratado de Itaipú, aspirando a que ambos países hermanos sigan fortaleciendo sus relaciones, se dé un espacio de desarrollo y colaboración, se establezcan las normas y objetivos administrativos requeridos para el beneficio mutuo del usufructo del cauce hídrico y de la energía producida.

b)         Definir políticas de inversión de la energía y de las ganancias adquiridas de esta industria nacional. Estas políticas deben verse reflejadas en el Presupuesto General de la Nación, favoreciendo el uso de los recursos generados por la Binacional en favor de las prioridades que se enuncian en el documento.

c)         Establecer pautas y criterios de definición, gestión y evaluación de la administración en forma regular, con tolerancia cero al uso indebido de fondos y recursos. La transparencia en los procedimientos administrativos debe ser un estilo nuevo, al servicio de la credibilidad y confiabilidad en nuestras instituciones. Acompañar la contraloría de las licitaciones e inversiones, junto con la seriedad de los procesos de justicia.

d)         Mejorar la calidad de vida de la población, garantizando el acceso a servicios básicos, como el suministro de energía eléctrica y agua potable, a precio accesible y adecuado al ingreso per cápita y al presupuesto familiar. En el mismo contexto de garantías para una vida digna, se debe insistir en la protección y acompañamiento de las comunidades indígenas, como en el derecho a la tierra, que permite y protege sus medios de subsistencia, conforme a su cultura.

e)         Invertir en el cuidado y la preservación de la casa común de todos los paraguayos e integrar nuestro país en las políticas medioambientales del mundo, contribuyendo así al cambio de los sistemas y de las estructuras, con una orientación en servicio del hombre y de la comunidad, y no del lucro material o de alguna concepción ideológica. De esta forma se asegura un país saludable para todos.

f)         Invertir en la juventud, pues la mayor riqueza como país no es su electricidad, sino su población joven. El bono demográfico, junto con el bono energético abren una ventana de oportunidad única, que no debería desperdiciarse. La convergencia de estos dos bonos posibilita diseñar políticas públicas financiadas con los recursos generados por el bono energético, que apunten a desarrollar las capacidades de la juventud con educación de calidad y con oportunidades para el emprendedurismo.

g)         Garantizar a la ciudadanía la convivencia en respeto y en democracia, restableciendo la confianza, y por consiguiente, la estima de sus autoridades, que deben esforzarse en alcanzar y sostener la altura moral en su servicio y la probidad en su liderazgo en todos los campos y en todas las políticas.

  • Virtudes, valores y actitudes que deben iluminar y guiar este momento importante del país:

a)         La reconciliación. La prioridad del bien común debe movernos a reconocer las heridas y diferencias históricas, pasadas y actuales, entre hermanos paraguayos y hermanos brasileños, así como entre los propios connacionales, para corregir y enderezar el andar en fraternidad, sanar nuestra historia y dar inicio a un tiempo mejor.

b)         El discernimiento para distinguir lo bueno de lo malo y ser capaces de elegir el bien para hacer los cambios necesarios en el momento oportuno siendo coherentes.

c)         La esperanza, comprendida como la actitud humana de creer que es posible ser mejores y sostener el camino elegido, aunque puedan surgir dificultades. La esperanza no se alimenta de la ilusión ni de un optimismo mágico, sino del compromiso responsable de conducir a destino lo iniciado.

d)         La audacia. El diálogo sobre Itaipú, hecho correcta y efectivamente, invita a la audacia de iniciar el proceso de concertación nacional que es urgente en nuestro país, para poner cimientos firmes a un proyecto común de desarrollo que va más allá del Tratado de Itaipú, abarcando todas las áreas del quehacer nacional.

e)         La fraternidad. Las riquezas no deben ser motivo de discordia entre hermanos, sino la ocasión para acercarse, para dialogar, para trabajar juntos con una visión común.

f)         La fidelidad social. Se trata de tener fe en el otro y requiere el compromiso recíproco entre la sociedad y sus representantes; requiere confianza, un valor que  se ha debilitado en nuestro país.

g)         La perseverancia. La revisión de la administración y el destino de los recursos obtenidos de nuestro mayor activo, Itaipú, y su ordenamiento a los fines exigidos por nuestra sociedad expresan la estabilidad que caracteriza a los perseverantes, que no desisten de los objetivos nobles y necesarios.

h)         El servicio.  Los recursos provenientes de Itaipú deben ser destinados al progreso social de la nación, al cuidado del medioambiente y a la mitigación del cambio climático. Un bien realiza su sentido cuando está al servicio del hombre y de la sociedad.

i)          La solidaridad. Sostiene e impulsa la construcción del bien común. Las personas y las comunidades solidarias reconocen el bien común como una realidad indivisible, que pertenece a todos, que solamente juntos lo podemos alcanzar y aumentar; es responsabilidad de todos cuidarlo.

j)          La paz social. Es fruto de la fraternidad y de la amistad social, en la justicia y en el respeto a la vida, generando una cultura del encuentro, en la que el derecho y el deber no nacen de la imposición sino de la convicción. La paz social requiere que la discusión de las ideas, políticas y proyectos no busque dividir para ganar, sino convencer para mejorar. La capacidad de consensuar y de concertar por medio del diálogo es fundamental para la paz social.

Los pastores concluyen la carta con este compromiso: Nos sentimos llamados a participar y acompañar todo lo que contribuye al bien de nuestro país, trabajando para fortalecer el camino del diálogo, del encuentro y del servicio a todos, en especial a los más necesitados.

Aquí el material para descargarlo:

Asunción, 01 marzo de 2021

OBISPOS DEL PARAGUAY

Fuente: Conferencia Episcopal Paraguaya