Homilía del Padre Angel Collar
Lecturas: Hch 6,12-7; 1Pe 2,4-9; Jn 14,1-12
Las dificultades son motivos de nuevas oportunidades
Hermanos y hermanas en la fe
En este quinto domingo de pascua, la liturgia de la palabra nos presenta una infinidad de enseñanzas para la vida practica del día a día, sobre todo en este tiempo de cuarentena inteligente.
Vemos en la primera lectura como la Iglesia naciente se enfrentó a las primeras dificultades y cómo lo resuelve con el auxilio del Espíritu Santo, haciendo crecer la comunidad en cantidad y en calidad.
En la segunda lectura la carta primera de Pedro, nos invita a integrar como miembros vivos de la Iglesia, como parte de esa piedra fundamental que es Cristo, piedra que despreciaron los arquitectos y ahora es la piedra fundamental.
El evangelio es una expresión de amor, preocupación y cariño de Jesús para con nosotros, “…no pierdan la calma…” Jesús sabe nuestros problemas por eso nos anima a mantener la calma y a creer en él y en Dios Padre. Él nos alienta a mantener la calma, estar en paz con serenidad de espíritu.
Teniendo como telón de fondo las tres lecturas de hoy les invito a detenernos en la primera lectura Hechos de los apóstoles contemplando la vida de la comunidad primitiva como escuela de fortaleza, crecimiento y oportunidades.
Para un hombre y una mujer de fe en Dios, ninguna situación es vista con pesimismo, todo vale para algo mejor. Cada circunstancias y situaciones son siempre oportunidades nuevas para la vida, la madurez y el crecimiento. En la primera lectura vemos como las situaciones difíciles contribuyeron al progreso de la comunidad de fe.
En la Iglesia primitiva había judíos que hablaban el hebreo o arameo y otros que hablan el griego o lengua helénica. Cada día tenían lugar la distribución de alimentos para las viudas. El problema explotó cuando los judíos de habla griega no fueron bien atendidos, se hacía la diferencia o tal ves una especie de exclusión. Es evidente que al existir dos grupos diferenciados que deberían de recibir la misma atención, al no ser bien atendida una de ellas, reacciona buscando justicia.
Esta experiencia me hace pensar en la situación que estamos atravesando hoy aquí en nuestra diócesis. Muchas familias, grupos y comunidades están recibiendo ayudas de diversas entidades voluntarias, quienes acercan víveres en forma de kits para paliar las necesidades alimenticias en este tiempo de aislamiento generado por el covid-19. Vemos tantas familias que acuden a las ollas populares como nunca antes se ha vivido.
El momento difícil hace que nazca este espíritu de solidaridad y ayuda mutua entre vecinos y familias. Muchas entidades empresas y autoridades municipales y gubernamentales se alistan para este auxilio a favor de las familias más carenciadas de nuestra sociedad. Podemos decir que, en este tiempo, la mayoría somos como aquellas viudas de la Iglesia de los Hechos de los apóstoles, necesitados, desprotegidos, expuestos al peligro, inseguros porque no sabemos donde ni como puede terminar este ambiente de preocupación en el que estamos. Sin embargo, a pesar de los sinsabores del ambiente, rescato los siguientes:
1º. Más que nunca se vive en función a la fe: jamás he escuchado tanta necesidad y petición colectiva de Santa Misa, confesiones, etc, esto no es obra del mal, al contrario, la necesidad de los momentos espirituales es obra de Dios en nuestras vidas; si expresamos nuestra necesidad de Dios es porque la gracia está en nosotros y quiere seguir creciendo hasta santificarnos. Nada más necesitamos un pequeño espació de parte del gobierno para restablecer las celebraciones comunitarias respetando el protocolo sanitario, lo estamos aguardando con ansia ese momento, creemos que muy pronto lo tendremos.
2º. Más que nunca las familias están cerca uno del otro: debido a la necesidad de aislamiento, los miembros familiares están juntos en una misma casa, allí compartimos las 24 hs todo el ambiente favorable y a veces desfavorables. La cercanía familiar es una necesidad y oportunidad de crecer en el afecto el amor y el dialogo. Es hora de pensar la urgente necesidad en que los padres asuman el papel de catequistas para enseñar a sus hijos a madurar en la fe, la función docente en acompañar a los hijos a crecer en los valores humanos y cristianos.
3º. Nunca antes se vivió tanto la oración personal y familiar: es hora de cultivar la Iglesia domestica presidida por los padres donde haya espacio para rezar, reflexionar, meditar, dialogar y enriquecerse con el pan de la palabra. Algunos tienen la tentación de atribuir al demonio este ambiente, sin embargo, se dan muchos frutos espirituales, con razón dice San Pablo “donde abundo el pecado, sobreabundo la gracia” (Rm 5,20).
4º. Hoy se vive la solidaridad y la situación exige vivir en la solidaridad: la caridad expresada en la solidaridad es una de las características de todo buen cristiano; este momento histórico en el que nos encontramos, vivimos oportunidades únicas para demostrar al mundo y a la sociedad en general, que para un discípulo de Jesús no hay ambiente en el que no pueda vivir su fe y cuando más hostil, más fuertemente lo expresamos. Todo lo que está pasando a nuestro alrededor, nos enseña que la única manera de vivir en paz es implementando un sistema sustentable donde se vivencia una buena relación entre todos, una respetada actitud ante la naturaleza ubicando las cosas materiales en su justo lugar -al servicio del hombre- y por sobre todo una relación de filiación con Dios, es decir, una buena relación con Dios, con la naturaleza y entre nosotros.
5º. Asistencia a los necesitados: Hoy se cumple también entre nosotros lo que los primeros cristianos realizaron con los carenciados; ellos repartían diariamente los víveres para las viudas y como toda acción humana es insuficiente, se descuidaron de un sector, esto generó una queja: “los de habla griega comenzaron a quejarse de los de habla hebrea, diciendo que las viudas griegas no eran bien atendidas en la distribución diaria de auxilios” (Hch 6, 1). Dios quiera que en las comunidades del siglo XXI no haya ese descuido y, que todos reciban el mismo trato, la misma atención, las mismas oportunidades. Que las autoridades, las entidades, las fundaciones y los grupos, no hagan diferencia entre uno y otro. Que no haya color, ni edad, ni partidos, ni cuatismos entre los responsables en asistir a las familias.
Hermanos y hermanas en la fe la primera lectura nos dice: “no es justo que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir la mesa” (Hch 6, 2a). Recordemos que todo debe suceder para mayor gloria de Dios, por lo tanto, necesitamos dar el lugar que le corresponde a Dios y las cosas materiales. La lectura es muy clara en recordarnos, no hay que no descuidar la Palabra.
Aprovechemos todo este tiempo para alimentar el espíritu con el pan de la Palabra, sin descuidar el lugar de las cosas materiales. Como vemos en la Iglesia de nuestros tiempos también hay problemas que debemos resolver entre todos en comunión como Iglesia misionera Pueblo de Dios peregrina en la Historia. Necesitamos enfrentar las dificultades en comunión con Dios expresado en la comunión con nuestros pastores.
Conclusión
En realidad, todas las lecturas de este domingo nos invitan a acoger nuestra vocación cristiana con un impulso, confianza, animo, coraje y entusiasmo; Jesús en el evangelio nos alienta a mantener la calma, a creer en Él y en el Padre Dios; de este modo la paz y la agría de Cristo resucitado llenará nuestro corazón.
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