Introducción

Después de un desarrollo progresivo de los diferentes personajes bíblicos durante el adviento, como el profeta Isaías, Juan Bautista, hoy encontramos la figura de María como protagonista del evangelio, ella que manifiesta toda su disponibilidad para cumplir una gran responsabilidad en la misión redentora de Jesús que viene a nuestro encuentro.

El segundo libro de Samuel anuncia la gran promesa de Dios para su pueblo: “afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; tu trono permanecerá por siempre”(2 Sam 7,14-16). Por lo tanto, la promesa comporta una participación activa de todos los miembros del pueblo de Israel, llamados a ser parte de la familia de Dios, y esta es la vocación nuestra, Dios viene a nuestro encuentro, nos llama a ser hijos de Dios por adopción, siendo así parte de la familia de Dios, en la que Él es Padre nosotros, y nosotros hijos para Él.

El Salmo 88 se presenta como canto de alabanza a Dios por su fidelidad y misericordia, en la que se reconoce las grandes obras, en particular por el cumplimiento de la promesa de ser el Enmanuel, el Dios-con nosotros.

En la segunda lectura, san Pablo exhorta a la comunidad de Roma para que permanezcan obedientes a Dios: “obediencia de la fe al Dios” (Rom 16,27), la cual es la respuesta a Dios por su bondad y misericordia con su pueblo.

En el Evangelio la centralidad de María es fundamental por la cercanía de la Navidad; en el diálogo del ángel Gabriel con María, despunta dos virtudes fundamentales que los cristianos podemos aprender de María:

  1. Disponibilidad de escucha

María es la mujer de la escucha, virtud esta que necesitamos más que nunca en nuestros días, por el hecho de que en la actualidad el ambiente está cada vez más “ruidoso”,  dificultando la atención y la escucha, ya sea de Dios, de nuestro prójimo o de nosotros mismos; sin embargo necesitamos aprender a escuchar para descubrir nuestra misión como cristianos, al igual que María, ella estando disponible en la escucha supo discernir descubriendo su gran misión.

  • Obediencia filial

La escucha es la primera etapa de la obediencia, y si tenemos que elegir un modelo de obediencia, primerea la Virgen María, que ha confesado una obediencia filial plenamente con la respuesta que le dirije al ángel: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”(Lc 1,38).

La obediencia es un desafío, es una de las virtudes más difíciles de alcanzar, porque implica aceptar la voluntad del otro en mis proyectos o en mis planes. Dios que viene a nuestro encuentro, nos llama a imitar a la Virgen en la vivencia de la obediencia filial, respondiendo de esta manera nuestro ser cristiano, es decir, adheriéndonos a Él plenamente, en particular observando sus mandamientos en nuestro vivenciar.

Conclusión

María siendo modelo que todo cristiano debe imitar, con su vida y con el cumplimiento de su misión nos llama y nos enseña a saber escuchar en la vida para estar disponibles, al mismo tiempo, nos llama a obedecer la voluntad de Dios, que no siempre e fácil, pero si Él Señor nos llama a obedecer sus mandatos, no pondrá en nuestras espaldas nada que sobrepase nuestras fuerzas.