Minga Guazú rinde homenaje a María Auxiliadora

Minga Guazú se tiñó de fe y alegría este viernes 24 de mayo, cuando cientos de fieles se unieron para honrar a María Auxiliadora. Monseñor Pedro Collar Noguera, Obispo de Ciudad del Este, presidió una emotiva Eucaristía, tejiendo un vibrante mensaje de esperanza que encendió el compromiso social de la comunidad en este año del Jubileo.

El cielo de Minga Guazú amaneció con un brillo especial este viernes 24 de mayo, teñido por la alegría y la fe de los mingueros y personas venidas de varios puntos del Alto Paraná. Se volcaron frente al templo para homenajear a la Auxiliadora de los Cristianos.

La Misa Central de las 8:00 horas fue un despliegue de devoción, presidida por Monseñor Pedro Collar Noguera, Obispo de la Diócesis de Ciudad del Este, quien, con sus palabras convirtió la solemnidad en un cálido abrazo de esperanza para todos los presentes.

El ambiente era de pura celebración. Desde los más pequeños, con sus caritas de alegría, hasta los abuelos, con la sabiduría de sus años reflejada en sus ojos, todos se unieron bajo el manto protector de la Auxiliadora de los Cristianos, quien también es la patrona de los agricultores de esta tierra fértil. Monseñor Collar no solo recordó la historia de esta fiesta, instituida por el Papa Pío VII en 1814, sino que también nos transportó a la época de San Juan Bosco, el gran devoto que hizo de esta advocación un faro de luz.

«¡Estamos viviendo el Jubileo de la Esperanza!», expresó el obispo, conectando la festividad con el lema de este Jubileo, que invita a todos a ser «Peregrinos de la esperanza». Y es que, como bien lo definió, una fiesta patronal es mucho más que una fecha en el calendario; es el «encuentro del pueblo», un momento mágico para agradecer, celebrar y renovar ese compromiso que nos une como hermanos.

Así también saludo a todos los presentes: “¡Saludo con afecto de Padre y Pastor al párroco P. Delio Barreiro , Vicarios Parroquiales, en especial «al P. Néstor González, a los demás sacerdotes, religiosas, catequistas, jóvenes, fieles en general.”

También destacó  la presencia de las autoridades comunales, departamentales y nacionales a quienes  saludo cordialmente. “Saludo a los jóvenes, a los niños y niñas, a los abuelos y abuelas…Una alegría poder estar hoy con ustedes compartiendo esta fiesta donde nos sentimos cercanos y hermanados bajo el amaparo y la tierna mirada de Maria Auxiliadora. expresó Monseñor Collar, confirmando con una dulce frase en guaraní: «Tupasy ovy’a ñanendive ohechápe ñai ojoykérehe oñopehenkue haicha».

María: El vino que transforma la sed en alegría

La homilía se convirtió en una invitación a la reflexión, con la Virgen María como eje central de la esperanza cristiana. Monseñor Collar, con una cercanía conmovedora, nos recordó que María es la «madre de la esperanza», esa certeza serena que nos enseña a confiar en las promesas de Dios. Como en las bodas de Caná, la Virgen de Nazaret tiene el poder de transformar el «agua insípida de nuestra fe temerosa» en el «vino generoso de la vida del Espíritu», capaz de saciar la sed de plenitud que todos llevamos dentro. Su intervención, discreta pero poderosa, sirvió para devolver la alegría a los novios, y es ese mismo espíritu el que ella infunde en nuestras vidas.

Por otro lado, el obispo invitó a pensar como los atletas que sueñan con una medalla,  «¿cuál es nuestra medalla?». Citó al general Máximo de la película, «El Gladiador», con su inmortal frase: «Hermanos: lo que hacemos en la vida tiene su eco en la Eternidad…», para recordarnos la importancia de cada paso que damos. Y evocó las palabras de San Pedro: «Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna», como la respuesta definitiva a toda búsqueda.

La esperanza como fuerza transformadora en la sociedad

La homilía no eludió los desafíos del presente. Monseñor Collar visibilizó los «gritos» de la sociedad: la falta de oportunidades para los jóvenes, la adicción, la violencia intrafamiliar, la pobreza, la indiferencia hacia los migrantes y la inseguridad. Con valentía, señaló la «desatención y postergación a los sectores más necesitados» por la división, la indiferencia y la corrupción, y clamó por una justicia que devuelva la «luz de esperanza» a un pueblo que anhela rectitud y servicio de sus autoridades.

Pero lejos de la resignación, el mensaje fue un llamado a la acción. Inspirado en el Papa Francisco, el obispo nos instó a «organizar la esperanza», a llevarla a la vida concreta, al compromiso social y político. Nos invitó a «soñar no solo para uno mismo, sino para mi barrio, mi ciudad, mi país», haciendo referencia a los «cuatro sueños» que el Papa  Francisco propuso para una Amazonia más justa y fraterna: ecológico, social, cultural y eclesial.

Finalmente culminó con la certeza  que la esperanza cristiana, vivida en comunión, es la respuesta a las adversidades y  nos recordó que la Virgen  invita a ser «fieles y dóciles a la voluntad de Dios» con su eterna lección: «Hagan lo que Él les diga». Con una profunda oración, pidió a María Auxiliadora que derrame su gracia sobre Minga Guazú, sobre jóvenes y ancianos, familias y autoridades, para que todos sean «peregrinos e instrumentos de amor, esperanza y paz».

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