Introducción

En el camino de preparación en este tiempo de Adviento la Palabra de Dios nos llama a ser testigos de la alegría. Ya se acerca la celebración de la presencia del Señor en medio de nosotros, por ello, estamos llamados a testimoniar el gozo de la venida del Mesías, porque Él nos viene a traer la verdadera consolación que hace brotar una profunda paz en nuestros corazones, que a su vez se manifiesta en una sana y verdadera alegría, que anticipa el gozo de la eternidad que esperamos.

El profeta Isaías en la primera lectura (Is 61,1-2.10-11)anuncia el gozo del ser humano que experimenta la inminencia de la salvación: “exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación” (Is 60,10).

Hoy en el Salmo se presenta el canto de María, el Magníficat, como la síntesis de la alegría en el Señor, que ha favorecido y continúa favoreciendo a su pueblo con abundantes gracias: “porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso” (Lc 1,49).

En la segunda lectura el Apóstol Pablo exhorta a la constancia en la oración y a la permanente alegría siendo grato al Señor por los abundantes beneficios que nos concede permanentemente: “Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias” (1 Ts 5,16-18).

Nuevamente hoy como el domingo anterior, nos encontramos en el evangelio con la figura del Bautista, esta vez es presentado en el prólogo del Evangelio según san Juan.

Pero centrémonos en el sentido del III domingo de Adviento, conocido como domingo de Gaudete, de gozo, que es una llamada motivadora para seguir con ahínco la preparación a la venida del Salvador. 

En este domingo muy particular de este tiempo litúrgico, las lecturas enfatizan la alegría de la espera y nos invitan a regocijarnos en el Señor que viene a nuestro encuentro, a quien nosotros debemos testimoniar con alegría.

  1. Gozosa esperanza

En una de las celebraciones matutinas de la Santa Misa en la capilla Santa Marta, el Santo Padre se refería a la alegría como «la respiración, el modo de expresarse del cristiano”, por lo tanto, hizo notar, que la alegría «no es algo que se compra o yo la hago con el esfuerzo», más bien es un don que el cristiano debe experimentar constantemente a pesar de muchas tribulaciones que se presentan en la vida. 

En el caminar de la vida tenemos momentos de crisis, de dificultades que provocan tristezas, sin embargo, la virtud de la esperanza nos capacita a tener una confianza plena en Dios. A pesar de las tribulaciones de la vida presente, el Señor no nos abandona, siempre viene a nuestro encuentro a través de los acontecimientos que experimentamos para consolarnos. Por ello, la esperanza debe hacer brotar en nuestros corazones una alegría auténtica, la cual debemos testimoniar con nuestra vida cristiana.

  • Ser testigos de la verdadera alegría en el Señor

Sabemos que la verdadera alegría sólo la encontramos en el Señor, por lo que no podemos buscar una alegría al margen del Señor. Dios no nos ha creado para la tristeza, sino para un verdadero gozo, que solo en Él encontramos.

Por ello, hoy más que nunca, en este domingo de gozo, estamos llamados a ser testigos de gozo profundo. A pesar de las dificultades de la vida, los cristianos teneos una esperanza cierta de que nuestra vocación última no es la tribulación en la tierra, sino el gozo en el cielo, que nosotros podemos anticipar si permanecemos en el Señor que viene a nuestro encuentro.

Conclusión

La palabra de Dios que nos presenta la liturgia del día, nos desafía y nos invita: desafía a poner toda nuestra confianza y nuestras esperanzas en el Señor que viene, y al mismo tiempo, nos invita a que experimentemos esa gozosa espera en el Señor siendo sus testigos auténticos de Él y siendo conscientes de que la verdadera alegría, solo Dios la concede.