Domingo XVIII. Tiempo Ordinario, Ciclo A
“Temed al Cristo de arriba y sed benévolos con el Cristo de abajo”
La fiesta de la transfiguración nos proporciona mucho consuelo al ver confirmados los misterios de la fe como nos recuerda la oración colecta: “Dios nuestro que en la transfiguración gloriosa de tu hijo unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas”[1] y, al mismo tiempo le pedimos que nos conceda la gracia de seguir escuchando la voz de su Hijo Jesús.
En la primera lectura el profeta Daniel (Dn7, 9-10.13-14), nos presenta una visión en el que habla de la gloria del Hijo del Hombre. Gloria que tiene relación con la transfiguración: “y le fue dado el dominio, la gloria y el honor, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas.”
En la segunda lectura Pedro en su segunda carta (2Pe 1, 16- 19), nos recuerda que él recibió la revelación, una revelación muy importante tanto para su fe como para la nuestra. Refiriéndose a Jesús afirma: “En efecto Él recibió de Dios Padre el honor y la gloria…”
El evangelio de Mateo (Mt 17, 1-9), nos presenta la escena de la transfiguración que tiene lugar después del anuncio de la pasión. Los discípulos se han sentido conmovidos por este anuncio misterioso y Jesús muestra su gloria a fin de reforzar su fe y prepararlos para su misterio pascual.[2]
1- Transfiguración: la gloria del Hijo
Jesús el Verbo de Dios encarnado, se mostró siempre como un humilde e insignificante ser humano, Pablo nos recuerda en su carta a los filipenses que Él se despojó de su rango para hacerse uno de nosotros “se despojó de sí mismo tomando condición de siervo… se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz…” (Filp 2, 6-11). Era necesario que Jesús anuncie su pasión a los discípulos e inmediatamente revele la gloria que le espera, fortaleciendo de esta manera la fe de estos hombre humildes y sencillos que tienen una dura misión que realizar testimoniando la fe en Jesucristo muerto y resucitado.
La primera lectura describe la visión de Daniel ilustrando la gloria de la transfiguración del Hijo del Hombre. En este pasaje se contempla a Dios sentado en su trono glorioso donde los ángeles le sirven; el Hijo en esta escena recibe el poder y la gloria donde todos los pueblos, naciones y lenguas le sirven, su poder es un poder eterno que nunca será destruido.
Esto nos revela que la gloria de Cristo es el fruto de su pasión, primero se humilla ante su padre obedeciendo hasta la cruz, después recibe la gloria de la eterna resurrección.
Esta fiesta de la transfiguración nos anima a perseverar con valentía en el camino del bien trazado por Jesús, a pesar de las adversidades, las humillaciones, las diversas exclusiones que experimentamos en la vida a raíz de las injusticias y la inequidad social, la perseverancia en la fe y en el amor autentico a Dios y al prójimo buscando siempre la justicia y la equidad, nos encaminará hacia la gloria eterna de la transfiguración, es decir, la resurrección.
2- “Este es mi Hijo muy querido: escúchenlo”
En la escena de la transfiguración, después de la intervención de Pedro, una nube luminosa les envolvió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.”
Pedro manifiesta esta experiencia en su segunda carta afirmando que fueron “testigos oculares de su grandeza”. En la voz del Padre que resuena desde la nube, se revela la identidad de Jesús como verdadero Hijo de Dios “Este es mi hijo muy querido” y al mismo tiempo suena un mandato de parte del Padre “escúchenlo”.
En realidad este mandato de escuchar al Hijo de Dios requiere de parte nuestra la predisposición interior y exterior. Predisposición interior de la mente y el corazón que nos lleva a estar en sintonía con la voz del Hijo con una actitud afectiva y efectiva, sintiendo y viviendo el amor autentico a Jesús dejando que su voz ilumine y transforme nuestra vida. Al mismo tiempo una predisposición exterior creando un ambiente propicio de silencio para la escucha y la meditación dedicándole el tiempo necesario para que la Palabra permee todo nuestro ser y nuestro entorno.
Un detalle en el Evangelio de hoy que es necesario recordar consiste en la actitud de Jesús en animar y fortalecer a sus discípulos diciéndoles: “levántense no tengan miedo.” Verdaderamente muchas cosas y situaciones de la vida pueden provocar el miedo paralizador que dificulta el testimonio de la fe en Jesús muerto y resucitado, sin embargo, el mismo Jesús nos toca con sus manos a través de los sacramentos, su palabra, la oración, la meditación, la práctica de la caridad y de la justicia y nos dice, Ánimo, levántense, no tengan miedo”.
Conclusión
La fiesta de la transfiguración nos recuerda al Cristo humilde y Glorioso: el Cristo humilde que está en el pobre, el indigente, las víctimas de las injusticias y las agresiones violentas de los poderosos de la tierra (Mt 25, 31-46), el Cristo Glorioso es el que se transfiguró venciendo todos los pecados y los temores que pueden aquejarnos y nos anima a escuchar su voz y a levantarnos sin temor. Decía San Agustín: “Temed al Cristo de arriba y sed benévolos con el Cristo de abajo”[3]
[1] La Liturgia cotidiana. Alimento de cada día. Agosto 2023. Ciclo A. Nº 133-año XII. San Pablo. Pág. 33.
[2] VANHOYE, Cardenal Albert SJ. Lecturas Bíblicas de los Domingos y Fiestas. Ciclo A. ED. Mensajero. Bilbao España, 2003. Pág. 341.
[3] https://www.agustinosrecoletos.com/2018/08/140-frases-de-san-agustin/
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