DOMINGO III DE PASCUA CICLO A

Homilia

“En todas las circunstancias Jesús nos acompaña”

A una semana de las elecciones generales, nuestros pastores, los obispos de Paraguay a través de un mensaje nos pide cumplir con el deber de votar de forma consiente, libre y responsable, considerando el perfil de los candidatos: “…elige los candidatos que conoces y respetas por su trayectoria y rectitud de vida personal, familiar, profesional y política y que han mostrado compromiso con el bien común…” con este mensaje se dirige también a las autoridades pidiendo que cumplan con lo que han prometido en épocas de campañas.

En este contexto de elecciones para nuevas autoridades que regirán por otros cinco años nuestro país, la liturgia de la palabra nos presenta el testimonio de los apóstoles sobre la resurrección de Jesús.

La primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 14. 22-33), nos presenta a Pedro testimoniando a Cristo resucitado: “…Ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la Cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó librándolo de la angustia de la muerte…”

La segunda lectura de la primera carta de Pedro (1Pe 1, 17-21), muestra que Jesús no podía ser retenida por la muerte. Dios lo liberó de la angustia de la muerte… Jesús consiguió la victoria en la cruz. Esta victoria se manifiesta con un triunfo sobre la muerte con su resurrección.

El pasaje del evangelio de san Lucas (Lc 24, 13-35) sobre los discípulos de Emaús, nos ofrece una catequesis sobre el camino que hay que recorrer para descubrir a Dios en medio de los acontecimientos cotidianos.

1- La tristeza del aparente fracaso

La experiencia de estos dos amigos, sumidos en una profunda tristeza, podría ser la experiencia de muchos de nosotros en este tiempo que nos toca vivir, en este  tiempo de pascua.

Vivimos en tiempo de pascua, tiempo de resurrección de Jesús, pero al igual que estos dos discípulos de Emaús, estamos medio atrapado en la tristeza y un incierto escenario político previa a las elecciones generales. Este texto de alguna manera describe nuestra realidad actual. Estamos atravesando un túnel donde esperamos ver una salida que todos anhelamos; al igual que los discípulos de Emaús estamos en crisis en el país y esperamos una gran luz de esperanza para el futuro muy próximo.

Los discípulos están tristes porque todas sus ilusiones se han derrumbado, expresan sus sentimientos mediante un verbo muy sugestivo: “nosotros esperábamos”, esto significa que están frustrado, decepcionados, porque esperaron una cosa y sucedió otra. Cuántas familias, profesionales, trabajadores, estudiantes, padres de familia, empresarios, políticos, docentes, catequistas, pastores, hemos soñado algo mejor. Sin embargo experimentamos la tristeza y la decepción, nos sentimos apretados. Ellos, los apóstoles, habían puesto todas sus esperanzas en Jesús de Nazareth, profeta poderoso en obras y en palabras, y esperaban que Jesús fuese el libertador de Israel. Sin embargo, todos sus sueños se derrumbaron el Viernes Santo.

La frustración no es una experiencia exclusiva de los discípulos de Emaús. Muchos sienten que los cimientos mismos de la existencia se han sacudido por la realidad que atravesamos en este momento: enfermedad y muerte de un ser querido, y la dificultad para conseguir un trabajo digno, la incertidumbre de lo que puede ser mañana. Cada uno de nosotros conocemos muy bien la propia película interior y todos “estamos en una misma barca” donde navegamos rumbo a un puerto que pueda mostrarnos una luz de esperanza.

2- La crisis de la fe

Con frecuencia estas crisis existenciales van acompañadas de crisis de fe. Aquí nos encontramos de todos los colores y gustos: es momento propicio para alimentarnos del pan de la palabra, estamos más que invitados para escuchar a Jesús que nos explica las escrituras. Muchos se alejan de Dios porque lo consideran injusto todo esto, hasta atribuyen a un castigo de Dios o en el peor de los casos, consideran las dificultades como obra del demonio. Nada de esto se ajusta a la verdad revelada.

En el Evangelio de hoy, ante el aparente fracaso los dos discípulos dan la espalda a Jerusalén expresando así que quieren dejar atrás este capítulo de sus vidas. En el mundo de hoy, millones de hermanos nuestros le dan la espalda a la Iglesia y en ocasiones también le dan espalda a Dios como consecuencia de las crisis que presentan la vida.

Al dejar atrás su pasado, ¿hacia dónde se dirigen los discípulos? Hacia donde queremos dirigirnos nosotros. Ellos, los discípulos, Regresan a Emaús, es decir, regresan a la rutina cotidiana para allí distraerse en las ocupaciones diarias y dejar de pensar.  En el mundo de hoy, ¿a dónde se dirigen los que dan la espalda a la Iglesia? Unos tocan a las puertas de los grupos evangélicos; otros buscan respuestas en las místicas orientales que están de moda; otros deciden vivir su relación con Dios de una forma absolutamente privada rechazando toda mediación comunitaria y eclesial; otros caen en el agnosticismo y puedan llegar a un ateísmo práctico. El papa nos advierte que es un peligro una espiritualidad gnóstica, es decir, confiar más en el hombre mismo antes que en Dios mismo.

En medio de la crisis, los discípulos de Emaús se encuentran con un caminante. Es Jesús, pero ellos no lo reconocen. El dolor y la frustración les impiden identificar la voz del Maestro.

Jesús sale a nuestro encuentro, quiere ser nuestro compañero de camino. Ahora bien, hay que entender que Dios se manifiesta de mil maneras; si fuéramos menos distraídos seríamos capaces de reconocer los infinitos pequeños milagros que se dan en la vida de todos los días y que nos están recordando que Dios nos ama. Jesús resucitado está con nosotros, y quiere iluminar nuestra mente y nuestro corazón, Él quiere fortalecer nuestra débil fe.

3- Lo reconocen al partir el pan

Después de experimentar el dolor del aparente fracaso, los discípulos, a través de un diálogo conducido con mucho tacto, Jesús va orientándoles de manera que descubran el sentido de todo lo que ha pasado. Poco a poco empiezan a descubrir la luz en medio de la noche de desesperanza en que se encuentran, a través del diálogo van recuperando la confianza y se van sanando las heridas.

La experiencia espiritual de los discípulos de Emaús llega al clímax cuando reconocen a Jesús por la forma como bendijo el pan. Ni si quiera se quedó a compartir con ellos, al bendecir el pan desapareció. Este hermoso relato nos enseña que el lugar por excelencia para el encuentro con Jesús es la Eucaristía celebrada en comunidad. Pero en este momento vamos de camino, atravesamos varias crisis en la vida, en la familia y en la sociedad, por lo tanto, preparémonos con mayor fuerza para cuando llegue el momento de recibir nuevamente a Cristo Eucaristía podamos hacerla como un discípulo convencido y lleno de confianza en Cristo.

No perdamos la paz, la esperanza, el sosiego. Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, nos recuerda la primera lectura, y el salmo reza así: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. “De manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios” nos dice la segunda lectura.

Conclusión

Jesús resucitado nos traslada de la tristeza de la crisis a la alegría, de la desesperación a la esperanza, del aislamiento, a la comunión. Acojamos esta buena noticia con todo el corazón, para vivir en comunión con el resucitado y en comunión con todos los creyentes.

Dios está con nosotros, aunque a veces no lo percibamos, como los dos discípulos de Emaús. Que Cristo resucitado nos ayude a comprender y aceptar capítulos particularmente dolorosos de nuestras vidas. Que cada oración y contemplación de la palabra de Dios sea una experiencia de encuentro con el Señor de la Vida que nos trae la paz siguiendo las huellas de los discípulos de Emaús.