“La oración perseverante”
San Agustín de Hipona, en una de sus frases celebres decía: “Si el hombre desea tener lo que Dios le manda, ha de rogar a Dios que le dé lo que Él manda”.
Al parecer el santo del siglo V, es muy consciente de su debilidad, esto le ayudó a reconocer la dificultad de seguir a Jesús sin la oración. Para alcanzar cumpliendo los mandamientos de Dios será necesaria una constante oración.
Las lecturas propuestas por la liturgia, nos presentan una orientación válida para todos los tiempos sobre la oración. Una oración dirigida a Dios que se hace con humildad y perseverancia, no puede quedar sin respuesta.
La primera lectura del libro del Éxodo (Éx 17, 8- 13), manifiesta la eficacia de la oración de una manera muy concreta. Vemos en este episodio, en el que Amalec ha venido a combatir contra Israel, e Israel se tiene que defender, que la victoria depende por completo de la oración de Moisés. Dice el texto: “Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía bajada, vencía Amalec”.
La segunda lectura (2Tim 3, 14—4, 2) Pablo insiste también en la fe. Afirma que las Sagradas Escrituras pueden instruir para la salvación, pero ésta se obtiene por medio de la fe en Jesucristo. La oración debe realizarse con fe.
En el Evangelio de san Lucas (Lc 18, 1- 8), Jesús, nos enseña la necesidad de orar constantemente. Y para motivarnos esta enseñanza, inventa la parábola de la viuda que solicita atención a un juez cruel “que no teme a Dios ni respeta a nadie, un juez que no tiene ninguna actitud positiva; es sólo un egoísta, sólo busca su propio interés. No teme el juicio de Dios y, en consecuencia, no tiene consideración por ninguna persona. En efecto, cuando no hay temor de Dios, desaparece también el respeto a las personas”[1]
1- ¿Qué es la oración?
Entre tantas definiciones que puede darse sobre la oración, podemos sintetizar diciendo: “La oración es la predisposición interior del hombre para la escucha a Dios que le habla en el silencio”. Es bueno añadir algunas ideas y actitudes necesarias para que verdaderamente se dé esta predisposición o disponibilidad interior.
1º. La oración es el punto de encuentro con el Padre misericordioso que nos regaló a su Hijo Jesucristo que asumió nuestra condición humana haciéndose uno de nosotros “igual en todo menos en el pecado”.
2º. La oración debe ser un diálogo confiado en el que presentamos nuestros anhelos de hacer la voluntad de Dios en el día a día.
3º. La oración nos permite reconocer la presencia de Dios en el prójimo, en la naturaleza creada y en todas las circunstancias de la vida.
4º. La oración es encuentro con nosotros mismos para revisar nuestro ideal de vida, para evaluar los logros y errores, los avances y retrocesos, y hacer los ajustes oportunos en pos de ir mejorando en la santidad.
5º. La oración es una oportunidad única para restablecer la armonía interior en medio de un ritmo de vida agitado por el trabajo, los compromisos y las dificultades de la vida.
6º. La oración es la disponibilidad de la mente y el corazón que facilita la sintonía con nuestro Dios Padre misericordioso.
2- Perseverar en la oración
La primera lectura del libro del Éxodo nos presenta el fruto de la oración perseverante donde Moisés al mantener sus brazos en lo alto, vencía Israel, cuando bajaba los brazos por el agotamiento y el cansancio, ganaba Amalec. El cansancio, la rutina, la lentitud en encontrar una rápida respuesta a la oración dirigida al Padre, hace que muchas veces desmotive rezar a Dios. Sin embargo, el texto resalta que el cansancio es motivo para que venza el enemigo. Moisés al no poder sostener sus brazos en lo alto, recurre a la ayuda de Aharón y Hur, ellos dos, auxiliaron sosteniendo los brazos de Moisés uno a cada lado “hasta la puesta del sol”. No hay que bajar los brazos, la oración tiene su dimensión comunitaria; es necesario rezar no solamente en la privacidad de la vida, es necesaria la oración comunitaria, donde cada orante se apoya mutuamente, formando una verdadera fuerza eclesial con la plegaria. En este sentido es bueno recordar la fuerza que tienen una cadena de oración.
La primera lectura prepara el ambiente para el relato del evangelio; Jesús nos enseña a través de la parábola de la viuda y el juez inicuo, cuán importante es perseverar en nuestras oraciones. “La perseverancia de la viuda permitió doblegar la insensibilidad y mala conciencia del juez. Jesús mismo explica la enseñanza de esta sencilla y expresiva parábola: “¿Creen que Dios no saldrá en defensa de sus escogidos cuando clamen a Él día y noche? ¿Creen que los dejará esperando?”. Si este juez inicuo se portó bien con la viuda por su insistencia, perseverancia y constancia, cuanto más lo hará nuestro Padre misericordioso que “quiere que todos sus hijos viva en abundancia”.
Conclusión
Que nuestra oración sea siempre con insistencia, constancia y paciencia así como la viuda del evangelio. “Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”[2], que esta Eucaristía sea momento de verdadera sintonía con Dios Padre misericordioso, fortaleciendo nuestra fe en su Hijo Jesucristo que se entregó por nosotros. Sigamos perseverando en la oración y en el crecimiento espiritual que nos capacita para estar siempre en sintonía con Dios listos para hacer su voluntad.
[1] VANHOYE, Cardenal Albert SJ. Lecturas Bíblicas de los Domingos y Fiestas. Ciclo C. ED. Mensajero. Bilbao España, 2009. Pág. 307.
[2] San Agustín de Hipona
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