Homilía: «Llamado para ser enviados»

XIV DOMINGO ORDINARIO CICLO C

La liturgia del domingo pasado, en las lecturas nos planteaba el tema del llamado de Dios y la necesidad de una respuesta libre y radical de parte del hombre; en este contexto hemos formulado la pregunta ¿vale la pena seguir a Jesús? Hemos dicho que no solamente vale la pena sino que es fundamental la respuesta afirmativa y radical a esa llamada, porque de nuestra respuesta dada a Jesús, depende el éxito o el fracaso de la vida del discípulo y misionero. El tema de hoy está relacionado a la del domingo pasado, porque hoy se responde a otra pregunta ¿Para qué llama Dios? ¿Cuál es la razón de su llamado? Las lecturas nos dan esa respuesta que complementa al tema vocacional del domingo pasado y nos abre unas perspectivas misioneras.

La primera lectura del libro del Profeta Isaías (Is 66, 10-12c), nos habla de la ternura de Dios, que envía paz a Jerusalén: “Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones”.

La segunda lectura de la carta de Pablo a los Gálatas (Gal 6, 14-18), al igual que la primera lectura habla de paz y misericordia de parte de Dios, “La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios”

El Evangelio de san Lucas (Lc 10, 1-12.117-20), presenta a Jesús que envía de dos en dos a los setenta y dos discípulos como portadores de la paz, “Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros”.

1- El compromiso de los bautizados

Jesús prepara a setenta y dos discípulos para una misión muy importante que favorecerá a toda la humanidad de todos los tiempos y lugar. El evangelio nos presenta el episodio en que Jesús envía a estos misioneros en una misión.

Este relato nos abre a la dimensión universal de la misión; el número setenta y dos tiene un valor simbólico que, según los estudiosos de la Sagrada Escritura: significa la totalidad de las naciones. “En el libro del Génesis se menciona setenta y dos naciones diferentes. Así este envío de setenta y dos discípulos es una prefiguración de la misión universal”[1].

Con el tiempo la Iglesia fue difundiéndose por el mundo cumpliendo este mandato de Jesús de llevar la buena noticia por todo el mundo y asistido por el Espíritu Santo, sigue fielmente esta labor apostólica hasta que Él vuelva.

Es esta misión está comprometida la Iglesia toda, es decir, todos los bautizados están comprometidos en esta causa. El compromiso consiste en testimoniar la fe viviendo los valores evangélicos y los valores humanos. Buscar transformar la vida, la familia, y la sociedad introyectando aquellos valores inspirados en la verdad que Jesús nos reveló con su vida, pasión, muerte y resurrección.

Fijémonos que la misión está bajo la responsabilidad de la Iglesia en primer lugar del Papa, los obispos, los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, de igual manera el compromiso misional es para todos los bautizados y de todos los lugares y épocas.

Es importante mencionar que, aunque se nos ha confiado la misma misión a las diversas generaciones de cristianos, sin embargo cada época, cada tiempo y cada lugar, tiene sus particularidades. “Pensemos en lo que fue la evangelización del Imperio Romano o la catequesis de las tribus del norte de Europa o el trabajo realizado  en América por los misioneros”. Para nosotros aquí y ahora, ¿Cuáles son las exigencias de nuestra condición de bautizados, cuál es la misión según nuestro contexto cultural, realidad personal, familiar y social? ¿Qué nos pediría Jesús aquí y ahora ante tantas violencias, las injusticias, la corrupción, la presencia de las diversas idolatrías que aquejan la fe y la vida de los bautizados?

2- Un servicio en equipo

Todas las lecturas mencionan el tema de la paz, fundamentalmente en el evangelio, Jesús, indica que hay que llevar la paz por doquier. “Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz…” Uno de los valores que hay que anunciar es la paz, pero no se puede anunciar de cualquier manera y en solitario; es necesario misionar, trabajando en equipo. Jesús aun siendo Dios, “Porque por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por él y en él” (Col 1, 16), buscó colaboradores para el nuncio del Reino y de esta manera estableció el criterio para la misión; eligió a los doce y después a los setenta y dos para enviarlos de dos en dos con las siguiente instrucciones:

1º. Trabajar en equipo: Les envió de dos en dos, como diciendo que nadie debería misionar en forma solitaria. Es imprescindible el espíritu eclesial. En este tiempo que nos toca vivir, el Papa Francisco solicita a todos los bautizados a vivir esa Iglesia sinodal “caminar juntos”, nadie debe sentirse ni actuar en forma solitaria. Así también el trabajo evangelizador es necesario realizarlo en equipo en las parroquias, en los grupos apostólicos, en las diócesis, etc.

 2º. El campo de acción grande: es necesario tener conciencia que el trabajo es desafiante, y que nosotros somos colaboradores, por lo tanto servidores no dueños. “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.

3º. El desafío: la misión aunque necesario, no es una tarea sencilla, aunque tenemos al Espíritu Santo que nos anima e ilumina, el terreno es difícil y peligroso “¡Pónganse en camino! Miren que les envío como corderos en medio de lobos”. El peligro asecha siempre, las tentaciones del poder, del dinero, del prestigio, de la fama, de creerse dueño de lamies. El peligro de aquellos quienes se oponen a la evangelización sembrando cizañas en el corazón de las gentes sencillas.

4º. La sencillez y la humildad como primera actitud: “No lleven nada ni bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saluden a nadie por el camino”. Es importante ir ligero de equipaje para no sufrir cansancio que lleva a la renuncia de la misión. Por algo el evangelio del domingo pasado exige una respuesta radical renunciando todo para ir tras Jesús, de esta manera no habrá distracciones ni condicionamientos que apeligra la respuesta. A través de estas gráficas expresiones, Jesús motiva a los discípulos y misioneros a que no pongan su confianza en los bienes materiales, nos exhorta a no apegarnos a las comodidades ni al confort.

5º. La tarea encomendada: Jesús al enviar a estos discípulos de dos en dos, les indica unas tareas específicas. Una primera indicación consiste en el mensaje de la paz: “Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. La segunda consiste en la estadía y los alimentos de tal manera que no haya prejuicios ni dudas sobre que alimento comer ni no comer. Esto es importante para la integración entre personas de diferentes culturas. Al respecto dice: “Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa”. La tercera indicación se refiere al servicio concretamente: “Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. El Señor pide, realizar una actividad pastoral que debe desarrollarse simultáneamente en dos frentes: atender el sufrimiento de los hermanos y anunciar el Reino, que no es otra cosa que presentar la persona de Jesucristo.

Todos los desafíos que representa la misión, debe realizarse como un verdadero trabajo en equipo donde están los dos compañeros misioneros quienes gozan de la asistencia del Espíritu Santo con su luz para que actúen con inteligencia evangélica, con prudencia y acierto llevando la paz y la alegría que consuela a tantos que sufre.

Conclusión

Las lecturas que hoy presenta la liturgia es un llamado a asumir con entusiasmo  la tarea de ser promotores de esa paz de la que nos habla el Evangelio, la justicia y reconciliación en la familia, en el trabajo, en el grupo de amigos, en la sociedad civil y en la misma Iglesia: las diócesis, las parroquias, los grupos y movimientos, los consejos de servicios pastorales. Dice San Agustín de Hipona en una de sus célebres frases: “Esparce el Evangelio; lo que concebiste en el corazón, dispérsalo con la boca”. Esta es la misión, esparcir la buena noticia con entusiasmo y valentía y con espíritu y en equipo.


[1] VANHOYE, Cardenal Albert, SJ. Lecturas Bíblicas de los Domingos y fiestas Ciclo C. Ediciones mensajero, S.A.U. Bilbao España. Pág. 239.